1913
CONTRA EL ABSTENCIONISMO
Armado con todo su programa, nuestro partido, que afronta solo contra todos la próxima batalla electoral, deberá guardarse de un peligro no menos serio que los otros: el del abstencionismo. Hoy, sindicalismo y anarquismo no son ya muy florecientes entre nosotros. Sin embargo, los socialistas, y en primer lugar los socialistas revolucionarios, no deben permanecer indiferentes al sabotaje que los anti-electoralistas llevan contra el partido y a la denigración, por su parte, de la orientación revolucionaria que los últimos acontecimientos han dado al socialismo italiano. Los revolucionarios debían luchar contra la degeneración del partido y de su acción parlamentaria sin ninguna ternura por un acercamiento al abstencionismo anarquista o sindicalista. Y esto es lo que han hecho. Pero les incumbe también refutar los argumentos cómodos del abstencionismo que se fundan sobre los errores y las debilidades de una fracción del partido cuya grave desviación está hoy casi totalmente liquidada.
Frente a todas las formas equívocas de apolitismo y de neutralismo que habían quitado al partido su fisonomía subversiva, los revolucionarios han reafirmado en la justa concepción marxista el valor político de la lucha de clase revolucionaria. Por eso deben ahora más que nunca defender la necesidad del partido político, la necesidad de “colorear” políticamente toda la acción de la clase trabajadora a fin de orientarla hacia sus fines comunistas. Esto se opone al neutralismo de las organizaciones obreras, tan querido de los reformistas que, en su concepción vulgar, olvidan todo movimiento orgánico de la clase, si no está dirigido hacia fines limitados e inmediatos. Sindicalismo y reformismo se han unido en lo sucesivo en el apolitismo sindical. De este modo nos han demostrado suficientemente que el proletariado jamás podrá realizar la revolución únicamente por la fuerza de sus organizaciones económicas. La revolución social es un hecho político y se prepara en el terreno político. La lucha electoral entra en la actividad política general del partido como uno de sus numerosos aspectos. Aquella no debe excluir a los otros. Pero, según nosotros, es necesario que el partido exija de sus militantes que afirman de modo decidido y positivo su opinión y su voluntad.
Se pueden tener discusiones muy bellas acerca de la influencia del ambiente parlamentario y sobre la “corrupción” cotidiana de los elegidos socialistas. Nosotros no negamos esta influencia. Solamente estimamos desde nuestro punto de vista intransigente que si todos los electores fuesen verdaderos “socialistas”, los errores de sus representantes no deberían tener ningún efecto sobre ellos. Pero si son otros partidos los que rebuscan a estos electores, los que los atraen con las promesas de favoritismo y de ventajas inmediatas, entonces no es de extrañar que el elegido se convierta en un renegado.
Esa es la acusación que nosotros hacemos al reformismo y que los abstencionistas quisieran utilizar como un argumento contra la participación en las elecciones.
Ciertamente, nosotros no nos ocultamos cuán difícil es dar a la política de clase del proletariado, llevada por el partido socialista, un carácter tan radicalmente distinto de la politiquería burguesa. Pero los verdaderos revolucionarios deben esforzarse en trabajar en este sentido y no abandonar el combate. El abstencionismo no es un remedio; es más bien una renuncia al único método susceptible de dar al proletariado una conciencia que podrá defenderlo contra la politiquería oportunista de los partidos no-socialistas. El neutralismo electoral se convierte en neutralismo de conciencia y de opinión frente a los grandes problemas sociales que, aun resultando de las condiciones económicas, como lo defiende el marxismo, revisten siempre, no obstante, un carácter político.
No tenemos la pretensión de desarrollar en estas pocas líneas un problema tan complejo. Solamente queremos lanzar un grito de alarma contra los partidarios de anti-electoralismo que vienen a sabotear nuestra obra de propaganda en las reuniones electorales. Tenemos la intención de cimentar la conciencia política del pueblo de Italia en una gran batalla contra la burguesía. Nuestro partido es el único que entrará en lucha contra la triple dictadura del clero, de la monarquía y de la democracia. Nosotros esperamos el período electoral no porque seamos fetichistas del Parlamento, sino para sacudir las conciencias proletarias adormecidas por todos los neutralismos. Sabemos que con eso realizamos una obra profundamente subversiva y nos proponemos golpear toda forma de colaboración de clase.
Los sindicalistas (que trapichean para dar la medalla a De Ambris), los anarquistas (que se ahogan en las charlatanerías democráticas acerca de la cultura, la escuela y la educación popular en perfecto acuerdo con los “intelectuales” burgueses), intentarán reservarse el monopolio de la revolución acusándonos de transigir bajo pretexto de que recurrimos al arma de las elecciones.
Debemos estar listos para replicar para no perder los votos de algunos revolucionarios verdaderos a los que nos agarramos mucho más que a cien votos equívocos de no-socialistas. Esos campeones del abstencionismo esperan con impaciencia que Giolitti a?? la campaña electoral para dirigir sobre todo contra sus “primos”, como nos llaman sus discursos descabellados y atiborrados de lugares comunes. ¡Pero el partido socialista no tiene parientes, ni a derecha, ni a izquierda! En último análisis, esos antiparlamentarios dan más importancia que nosotros a la acción del Parlamento. En el fondo, nosotros nos asimos más a la plaza pública y al colegio electoral que a las filas de Montecitorio. Ellos, por el contrario, son los fervientes seguidores del candidato. Y este señor no es otro que el representante del “bloque” más informe: anarquistas, sindicalistas, mazzinianos y católicos intransigentes.
Es el candidato del inmenso partido de la indiferencia. Individuos con los que no queremos tener nada que ver. ¡Pues nosotros esperamos a los verdaderos revolucionarios en las urnas, como los esperaremos mañana en la prueba de las barricadas!
“¡Avanti!”, 13-7-1913
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