LA LUCHA CONTRA LA REACCION FASCISTA
“Toda la actitud del partido frente al fascismo dependía de la explicación que debía darse de este fenómeno, y de las previsiones que podían hacerse sobre su desarrollo y sus relaciones con las organizaciones del Estado burgués. Tal como lo recordaremos brevemente, según nuestro punto de vista el fascismo es una de las múltiples manifestaciones de un hecho internacional: la contraofensiva burguesa contra el proletariado que sucedía al período de la inmediata posguerra, en el cual la clase trabajadora daba muestra de gran impulso revolucionario, pero, salvo en Rusia, fracasaba en su intento por la naturaleza de su organización y de su preparación, ambas socavadas por la influencia de los oportunistas en los sindicatos y en los partidos socialistas. Lo característico de esa ofensiva de clase no consistía solamente en el objetivo puramente político de aplastar y terrorizar al proletariado para que se vuelva incapaz de todo ataque revolucionario, sino también en el objetivo más basto de desposeer a las masas de sus conquistas de carácter sindical, para someterlas a una explotación capaz de asegurar el éxito de la tentativa de reconstrucción del aparato en descomposición de la economía burguesa. La ofensiva burguesa tendía esencialmente a destruir la organización sindical del proletariado urbano y rural, pues esta le daba la base de una influencia tal que su función de resistencia económica habría provocada la bancarrota de la economía burguesa, incluso si la renuncia del reformismo a toda iniciativa revolucionaria estaba asegurada. Al disponer, en plena crisis, por los errores y la culpa de los jefes proletarios, de una fuerza política efectiva, la burguesía, consciente de que luchaba por su salvación, dio inicio a su empleo directo contra las masas.
“Esta acción, que se desarrolló sobre múltiples frentes, con el terror disciplinario de las represalias en las fábricas, con los licenciamientos en masa, con las rupturas de los acuerdos que sancionaban las conquistas obreras, fue completada con las acción de una milicia de clase, que la burguesía organizó con diferentes elementos ganadas diversamente a su causa, fuera de la organización legal del Estado, que sin embargo es una organización burguesa de clase. La razón esencial de ello era que la burguesía poseía intuitivamente la conciencia de que la ofensiva frontal contra el proletariado, al ser un arma terrible de doble filo, no podía por sí sola satisfacer a todas las exigencias de su defensa de clase, y debía ser completada con los tradicionales medios del engaño democrático y de la ficción de la neutralidad estatal frente a los conflictos de clase y de tendencias.
“El fascismo no es pues un movimiento que tiende a mutar las bases de la constitución democrática burguesa, sino a completar la acción del Estado, gozando de toda la natural connivencia de éste, y procurándole al mismo tiempo una coartada que evite que las masas se convenzan de la necesidad de prepararse a un ataque directo contra las instituciones legales.
“Interpretada así, la situación no presenta probabilidad alguna de que el fenómeno fascista cese para dar lugar a un régimen de liberalismo práctico y de neutralidad del Estado en las luchas entre clases y partidos (...). La situación tiende a dos desenlaces muy distintos: o al aplastamiento del proletariado y de sus sindicatos y a un régimen de explotación negrera, o a una respuesta revolucionaria de las masas que, en tal caso, enfrentarán la coalición del fascismo, del Estado y de todas las fuerzas que defienden los fundamentos democráticos de las instituciones actuales.
“Hecha esta previsión, queda resuelta una primera cuestión: la de la resistencia que se debe oponer al fascismo. Los socialdemócratas predican la no resistencia a las gestas fascistas porque prevén o dan a entender que, si el proletariado renuncia a las “provocaciones”, el Estado restaurará el “derecho común” contra la prepotencia fascista, y en el fondo porque están en principio contra el empleo de la violencia de clase por parte del proletariado: el partido comunista debe sostener la resistencia con todos los medios posibles, y declarar que es justo y útil usar contra el fascismo sus mismos métodos ofensivos, pasando a organizar la preparación y el empleo de tales medios (...) y desarrollando desde el punto de vista organizativo aquel vasto trabajo de encuadramiento ya citado.
“Un segundo problema táctico fundamental planteado era saber en qué medida se podía colaborar con otros partidos proletarios que adoptaban una actitud antifascista, y que dieron lugar al surgimiento, en los episodios de julio de 1921, a formaciones de lucha denominadas “arditi del popolo”.
“La central decidió sin vacilación que nuestro organismo de encuadramiento militar debía permanecer independiente de los “arditi del popolo”, aun al lado de éstos, como ha sucedido muchas veces, cuando se enfrentasen con las fuerzas del fascismo y de la reacción.
“Las razones de esta táctica no fueron de carácter teórico o apriorístico, sino esencialmente prácticas y en conexión con un atento examen de la situación y de las eventualidades a cuyo encuentro se iba en cada uno de los dos casos posibles, sobre en base a informaciones reservadas, recogidas con los medios con que se disponía, en torno a los “arditi del popolo” y a su movimiento.
Dada la gran unidad y centralización organizativa que debe poseer un organismo militar y, por esto mismo, la poca variabilidad de su jerarquía dirigente, su acción y su orientación sucesiva adquieren, acentuándolos, los caracteres propios de los organismos políticos: no son independientes de su “programa”, o sea de la plataforma sobre la cual surge y recoge adhesiones. La organización que en ese caso se constituye queda estrechamente ligada a los objetivos por los que ha surgido, y no puede ser un campo de supremacía de ciertas tendencias que se proponen llevarla, gradualmente y con sus vastas formas, a la vía vislumbrada en un principio sólo por una minoría.
“Todas las razones que demuestran que los comunistas debían trabajar en el seno de los sindicatos unitarios, pero que al mismo tiempo debían romper la unidad del Partido Socialista que inmovilizaba la tendencia revolucionaria, vienen a demostrar que no se podía hacer un trabajo útil en el seno de los “arditi del popolo”, ya que a un cierto punto éstos se hubieran inmovilizado en una posición capaz de inmovilizar a todo partido que no dispusiese de una organización encuadrada independientemente, dando así lugar a una situación de impotencia revolucionaria análoga a las situaciones conocidísimas en las que el partido socialista ponía, por la “fuerza de inercia” de su tradición de métodos y de organización, no sólo a la minoría de izquierda, sino hasta a los dirigentes de tendencia revolucionaria.
“Esta diferencia de fines entre la organización de los “arditi del popolo” y la nuestra consistía en su objetivo, que poseían en común con los socialpacifistas, de llegar a un gobierno que respetase la libertad de movimientos del proletariado en base a derecho común, evitando la fase de la lucha contra el Estado, más aún, tomando posición contra todo aquél que turbase la llamada lucha sociable de ideas entre partidos. Así pues, un órgano de lucha semejante no se orientaba sobre la base de la respuesta al fascismo, ni de la lucha revolucionaria contra el Estado burgués, y más tarde de la sólida formación de una organización militar del poder proletario.
“(...) La organización no partía de abajo, sino que partía de un centro que tendía a monopolizar el control de la unión proletaria. Se estaba en una situación de tipo parlamentario en la que a una parte de los partidos burgueses en el gobierno convenía frenar al fascismo que amenazaba con llegar a ser, por el enorme desarrollo que había tomado, no un medio de la compleja política burguesía, sino un órgano que poseyese un fin en sí mismo. La posición de los “arditi del popolo” coincidió con el interregno entre los gabinetes de Giolitti y Bonomi (...). La práctica nos prueba que se tuvieron casos de menor resistencia proletaria donde los nuestros, por prisa o poca disciplina, se habían puesto en el terreno de los “ariditi del popolo” (...). En el caso en que se hubiese formado un ministerio de color nittiano ( ), los “arditi del popolo” podían llegar a ser una fuerza ilegal del gobierno legal, y no tanto para frenar las arbitrariedades de las hirvientes escuadras fascistas, como para intervenir mañana, cuando los grupos de proletarios se organizacen para provocar una acción revolucionaria contra el Estado gobernado por el ministerio de izquierda y quizá de colaboración con los socialistas.
“De los casos en que nuestros aliados de diversos colores demostraron poca fidelidad en las operaciones ilegales, surgen otros argumentos de orden práctico que convencieron al partido, prácticamente, cómo en esta esfera de acción las coaliciones no son factibles.”
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RELACIONES CON OTROS MOVIMIENTOS Y TACTICA GENERAL DEL PARTIDO
“(...) Desde el primer momento, los comunistas italianos comprendieron que la extensión de su influencia en las masas debía ser conquistada por medio de la participación efectiva en las luchas de todos los grupos de obreros, grandes o pequeños, por sus intereses materiales, tal como lo ha afirmado el IIIer Congreso (de la I.C., 1921): y si hay un partido que no trabaja encerrado en sí mismo, sino que perfecciona su aparato interno mediante el continuo contacto con las masas proletarias y la acción en su seno, éste s sin duda nuestro partido (....).
“Para el centro dirigente de nuestro partido (ha sido siempre evidente) que se debía encontrar la vía táctica para desplazar rápidamente los grandes sectores proletarios subordinado a la dirección de otras corrientes, y llevar su esfuerzo al campo de la acción con los métodos comunistas.
“Expresamos la neta convicción de que se ha hecho cuanto se debía para obtener el máximo éxito en este sentido. Puede parecer que intrínsecamente el resultado aun sea escaso, que todavía no se haya verificado una gran convergencia de vastas masas alrededor nuestro, mas esto ha dependido de las grandes dificultades de la situación, y de los sucesos políticos que se han desarrollado hasta aquí, y que están encaminado a permitir la acumulación de las condiciones preliminares de amplios éxitos tácticos, sin perjuicio de recoger los frutos en fases ulteriores que pueden no estar lejos.
“No hablaremos de la situación general de desconcierto del proletariado italiano provocado por el potente retorno ofensivo de la burguesía que se repuso gradualmente del espanto de los años 1919 y 1920, como de las experiencias dolorosas y de las graves desilusiones que suscitaron en las masas un estado de desorientación, de depresión moral y de desorganización gravísimo, sobre todo luego de los hechos de 1920, por la ocupación de las fábricas, durante la cual resultó evidente la colaboración de los jefes proletarios con el gobierno burgués de Giolitti para frenar el avance de las masas.
“La escisión del partido proletario, que tuvo lugar demasiado tarde, constituía solamente un punto de partida de la inmensa tarea de volver a templar y a reorganizar al proletariado para la lucha. Se trataba ante todo de darle un punto de referencia seguro que le restituyese esa confianza que había mostrado no merecer en los más mínimo tanto el partido socialista con sus oscilaciones como los anarquistas con sus numerosas pero estériles protestas. Una gran confusión reinaba en el campo de las tendencias proletarias y en las oposiciones entre las organizaciones: la situación se complicaba con el retorno a izquierda de elementos que durante la guerra habían pasado del lado de la burguesía: existía la amenaza de que el proletariado se reduciese a un conglomerado informe de grupos sometidos a camarillas personales sin programa, ni orientación, ni responsabilidad organizativa. Para poder realizar más tarde movimientos tácticos delicados, era indispensable construir ante todo la base de una organización sólida, bien orientada, coherente en sus actitudes ante las masas, y libre de toda responsabilidad de los errores ajenos. Esta premisa dará más tarde sus frutos, que serán bien distintos de los que hubiese resultado de una carrera inmediata a descomedidas actitudes demagógicas. De la severidad de esta línea, exenta de toda satisfacción de un estúpido deseo de pureza abstracta, resulta la bancarrota clamorosa de las previsiones oportunistas, quienes sostenían que nuestro partido se agotaría en poco tiempo en manifestaciones ruidosas y efímeras, como ocurrió en Italia con otros movimientos escisionistas de izquierda.
“(...) El pasaje de amplios sectores de las masa a las directivas revolucionarias verdaderamente eficaces, se ha verificado bajo la forma más lenta del gradual y seguro encuadramiento que el Partido - al delimitarse claramente de cualquier otro movimiento político - ha ido realizando en los distintos campos de acción que a lo largo de esta exposición hemos ido citando. Para realizar las condiciones de un más rápido progreso de la influencia del Partido, hay que saber seguir la situación e inserir en ella nuestras iniciativas tácticas con eficiencia y decisión, sin vacilar, pero al mismo tiempo sin jugar sobre probabilidades no favorables todo aquello que se ha realizado hasta ese momento.”
“Que esto debía hacerse tomando en cuenta los caracteres de la situación que son definidos con el término de ofensiva patronal, nuestro Partido no sólo lo comprendió, sino que extrajo las consecuencias de ello antes que cualquier otro. En su posición de frente único sindical, él ha visto la base para realizar el despliegue de las grandes masas, incluso de las que no están bajo la influencia del Partido, y, al mismo tiempo, para proseguir con un ritmo seguro la obre de clarificación y de entrenamiento a una serie de batallas en las cuales la traición o el error irreparable no estén siempre listas a abrirse como trampas bajo los pies del proletariado en lucha. La campaña por el frente único sindical y la huelga general, así como la hemos descrito, no retarda de ningún modo el trabajo de todos nuestros organismos directamente ligados al Partido, y permite una notable elasticidad de movimientos que resulta de la prosecución, hasta un cierto punto, de una acción común, trazada de tal manera que los lados débiles del método de otros movimientos no puedan comprometernos, y, al orientarse la lucha irresistiblemente hacia el desenlace de la conquista del poder y de la constitución del poder proletario, se pueda elegir el momento en que suene la hora de la máxima responsabilidad del Partido comunista.
(Tras haber descrito ampliamente la visión táctica del frente único a través de la acción concreta realizada en Italia para dotar al mismo tiempo al proletariado de mayor capacidad de resistencia contra la ofensiva fascista y de liberación de la ilusión socialpacifista, dos tareas que deben ser desarrolladas contemporáneamente, el Informe denuncia la previsión demagógica de una fase “intermedia en la que se pueda luchar contra el fascismo mientras el Gobierno permanecería neutral, o, lo que es peor, ver al poder estatal desarmar y suprimir el fascismo”, y prosigue así:)
“No se trata de una simple previsión a la que las masas se deben habituar; se trata del problema de la organización de la dirección del movimiento. Es por esto que nuestro Partido está contra el frente unido de los partidos, y propone - como ya hemos mostrado - una plataforma de acción común del proletariado cuyos puntos esenciales tienen esta característica esencial: excluyen que la acción de las masas sea canalizada en la colaboración y, por ello, en el desarme de clase; allanan la vía a las sucesivas realizaciones en el sentido comunista, y no son tales que exijan la obligación reconocer la superioridad del método comunista por parte de otras corrientes proletarias: la defensa desnivel de vida de los obreros, la solidaridad efectiva entre todos los sindicatos en el aunar todos los conflictos, la adopción de la huelga general. No son puntos que sena incompatibles con el programa oficial de socialistas y libertarios, y el rechazarlos quiere decir asumir ante las masas la responsabilidad de haber torpedeado la unión efectiva.
“(...) Que estas son directivas prácticas y no abstractas lo demuestra el hecho de que la Central del Partido, al vedar en uno de los comunicados iniciales los comités mixtos locales con representante de los diversos partidos, decía que tal procedimiento no era considerado como inadmisible en principio, pero sólo debía ser empleado con el consentimiento de la Central. Y en lo que respecta a los acuerdos nacionales, recordaremos que nuestro partido participó en los primeros meses del año a una reunión convocada con ese objetivo por iniciativa del sindicato ferroviario: bastó que los comunistas plantearan como condición previa que se debía discutir de la huelga general - los comunistas no estando dispuestos a colaborar con potra formas oblicuas de ejercer una influencia sobre el Gobierno - para volver imposible el acuerdo.
“So pena de volverse cómplices de un engaño de las masas, nuestro partido no podría participar a una reunión de partidos políticos sin plantear condiciones de las que se sabe por adelantado que no serían aceptadas: en el terreno sindical, por el contrario, se pueden dar pasos útiles hacia la unidad de acción, permaneciendo en alerta continua contra toda trampa, y planteando el problema que nadie tiene derecho de rechazar sin desenmascararse frente a las masas: la defensa de la vida de los proletarios y la de sus organizaciones, por medio de la acción directa de la masa y de las mismas organizaciones.
“Nuestros criterios son tan poco sectarios que estimamos que, a la vez que permanecen las diferencias y las barreras organizativas que nos separan de cualquier otro movimiento, es posible realizar en aquel sentido una colaboración en campo práctico con los sindicalistas, anarquistas, y con algunos elementos socialistas de izquierda, considerados como fracciones de los diversos sindicatos coalizados, para derrotar en el campo de la alianza sindical a los dirigentes socialistas de la Confederación del trabajo, y para crear contra ellos la revuelta de las masas.
“Pero esta táctica debe ser conducida abriendo bien los ojos y con sangre fría, sin las impaciencias desesperadas de quien sueña con éxitos de la política proletaria bajo los aspectos novelescos del premio en la lotería o de los contratos con el diablo.
“Cierto exceso de rigidez en las líneas de nuestra doctrina y de nuestro sólido bagaje programático no será nocivo para evitar desilusiones y pasos en falso, siempre y cuando el sectarismo ciego no tenga nada que ver con el sentido de la disciplina y de la bravura que estrecha a los militantes de nuestro Partido en torno a la bandera común.”
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