¿NOSTALGIAS ABSTENCIONISTAS?
No sería ni siquiera concebible que miembros del Partido comunista tengan una actitud práctica en favor de la abstención. Y esto no es solamente una cuestión de disciplina de partido. Basta pensar que la opinión de diversos camaradas que se pronunciaron en 1919 -1920 por la práctica abstencionista no tenía sentido más que como proposición hecha a la Internacional y no era aplicable más que por ella, sobre la base de deliberaciones precisas y a escala de los diferentes países. Ninguno de nosotros ha puesto en duda en 1921 que el Partido comunista, apoyándose en las decisiones del Iº Congreso de la Internacional, debería intervenir entonces en la campaña electoral.
No hay lugar para abrir de nuevo el debate sobre esta cuestión para saber si las tesis abstencionistas son todavía teóricamente presentables. Estas tesis insistían sobre dos órganos de hecho: una situación internacional que era el preludio a una ofensiva del proletariado, y un régimen de amplia democracia en vigor en un grupo importante de países. Todo el mundo sabe bien que tanto en el plano internacional como en la política italiana estas condiciones se han, no digamos invertido, pero sí modificado en relación a aquellas de las que partían nuestras premisas.
Ciertamente, nuestras tesis abstencionistas no tenían un valor puramente contingente; pero el camarada Grieco ha mostrado con razón que hoy ya no existen los peligros que los abstencionistas veían en 1919, cuando Nitti logró conjurar la tempestad revolucionaria gracias a la diversión electoral ofrecida al partido socialista.
Hoy, la situación es muy diferente y todos saben por qué. La catástrofe que nos amenaza no es el tener ciento cincuenta diputados proletarios o que se llaman así. No me detendré acerca de los problemas de la actual campaña electoral. Me bastará constatar que los muy graves peligros que corríamos entonces se han alejado completamente.
Lo que me preocupa son las manifestaciones de ciertos camaradas a favor de un abstencionismo contingente y que no refleja una simple actitud de abstención cara a la lucha de los partidos. Pues estas nostalgias, más que referirse a las razones revolucionarias que en otros tiempos habíamos expuesto, se ligan con toda evidencia a una apreciación, un estado de espíritu y una ideología que están muy lejos del comunismo. Esto no sería menos grave que una indisciplina formal.
Para ser sincero, hay que reconocer que la conclusión:” habríamos hecho mejor absteniéndonos” no puede derivarse más que de este razonamiento: no vamos a las elecciones porque no se hacen en plena libertad, no serán la expresión legítima de la voluntad de los electores, no nos darán la satisfacción de alcanzar una cifra reconfortante de votos y de elegidos; o también: si nos abstenemos, pondremos en apuros al fascismo despreciándolo a los ojos del extranjero.
¿Por qué todas estas razones están desprovistas de espíritu comunista de clase?
Porque no es de comunista dar a entender que en régimen de democracia y de libertad las elecciones traducen la voluntad efectiva de las masas. Toda nuestra doctrina se levanta contra esta mentira colosal de la burguesía; toda nuestra batalla está dirigida contra aquellos que la divulgan y que niegan los métodos de acción revolucionaria del proletariado. Todo el mecanismo liberal de las elecciones no está hecho más que para dar una sola respuesta, constante y necesaria: régimen burgués, régimen burgués…
Lo que se debe denunciar en la degeneración electoralista es el método “deportivo” de carrera a los resultados numéricos que se apodera de todos los participantes y a veces incluso de nosotros. Las nostalgias abstencionistas de hoy me parece que se derivan precisamente de esta enfermedad del electoralismo por el electoralismo.
Por el contrario, la Internacional exige (y no es a nosotros, abstencionistas, a quienes disgustará) que vayamos a las elecciones no como a un ejercicio de cretinismo parlamentario sino como a un momento, un episodio de una lucha de clases sin tregua. La degeneración del electoralismo en colaboración es más difícil de evitar ahora. Numerosos son los motivos que hacen imposible hacer callar la antipatía instintiva de los revolucionarios por las disputas electorales.
No quiero decir ¡ojo! que debamos aceptarlas como un desafío a recoger sobre el terreno de la violencia. Para aceptar tales provocaciones hay que tener en cuenta muchos otros elementos de estrategia política que hoy están excluidos. Ya que no podemos hablar de transformar la campaña electoral en guerra de clase, por lo menos debemos guardarnos de toda actitud política que pudiese olvidar a las masas la necesidad de la solución revolucionaria. Ese sería el caso de una abstención ultracretina que nos uniría a aquellos reformistas que lloran la libertad perdida, pero sobre todo la ocasión que ellos han perdido de ponerse en el lugar del fascismo para desjarretar al proletariado.
¿Tiene un fundamento de clase el argumento según el cual una amplia abstención afligiría un golpe al renombre del fascismo en el extranjero? ¡De ninguna manera! Eso sería figurarnos que la burguesía en el extranjero puede ayudarnos contra el fascismo: un buen comunista sabe bien que aquélla sólo puede regocijarse de la o??? del fascismo en Italia y que si ella no juzga conveniente imitarlo en su país, no es más en virtud de sus intereses y no porque la escandalicen las violaciones de la democracia pura. ¿Vamos a buscar nuestros métodos de acción revolucionaria en la escuela del “Corriere Della Sera” o de las hojas de Nitti? Semejante abstencionismo apesta a bloque de clases, es decir, a la forma podrida de la sífilis electoral.
Todo buen comunista no tiene más que un deber: combatir, con ayuda de estos argumentos de clase, la tendencia a la abstención de numerosos proletarios, conclusión equivocada de su hostilidad al fascismo. Actuando así, haremos una excelente propaganda y contribuiremos a formar una conciencia resueltamente revolucionaria que nos servirá cuando llegue el momento, impuesto por los hechos y no por nuestra sola voluntad de boicotear la barraca del parlamento burgués para abatirla.
AMADEO BORDIGA
“Stato Operaio”, 28-2-1924
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