TESIS SOBRE EL PARLAMENTARISMO PRESENTADAS POR LA FRACCIÓN COMUNISTA ABSTENCIONISTA DEL PARTIDO SOCIALISTA ITALIANO
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El Parlamento es la forma de representación política propia del régimen capitalista. La crítica de principio que hacen los comunistas marxistas del parlamentarismo y de la democracia burguesa en general demuestra que el derecho de voto no puede impedir que todo el aparato gubernamental constituya el comité de defensa de los intereses de la clase capitalista dominante. Además, aunque se conceda este derecho a todos los ciudadanos de todas las clases sociales en las elecciones a los órganos representativos del Estado, este último no se organiza menos como instrumento histórico de la lucha burguesa contra la revolución proletaria.
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Los comunistas niegan rotundamente que la clase obrera pueda conquistar el poder obteniendo la mayoría parlamentaria. Únicamente la lucha revolucionaria armada le permitirá alcanzar sus objetivos. La conquista del poder por el proletariado, punto de partida de la obra de construcción económica comunista, implica la supresión violenta e inmediata de los órganos democráticos que serán reemplazados por los órganos del poder proletario: los Consejos obreros. Siendo privada de este modo la clase de los explotadores de todo derecho político, podrá realizarse el sistema de gobierno y de representación de clase, la dictadura del proletariado. La supresión del parlamentarismo es, pues, un fin histórico del movimiento comunista. Nosotros decimos más: la primera forma de la sociedad burguesa que debe ser derrocada, antes que la propiedad capitalista y antes que la máquina burocrática y gubernamental misma, es precisamente la democracia representativa.
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Esto vale igualmente para las instituciones municipales y comunales de la burguesía, que es falso oponer, desde el punto de vista teórico, a los órganos del gobierno, siendo su aparato de hecho idéntico al mecanismo gubernamental de la burguesía. El proletariado revolucionario debe igualmente destruirlos y reemplazarlos por los Soviets locales de diputados obreros.
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Mientras que el aparato ejecutivo militar y político del Estado burgués organiza la acción directa contra la revolución proletaria, la democracia constituye un medio de defensa indirecta al divulgar entre las masas la ilusión de que pueden realizar su emancipación por un proceso pacífico y que el Estado proletario puede tomar también la forma parlamentaria, con derecho de representación para la minoría burguesa. El resultado de esta influencia democrática sobre las masas proletarias ha sido la corrupción del movimiento socialista de la Segunda Internacional tanto en el dominio de la teoría como en el de acción.
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Actualmente, la tarea de los comunistas en su obra de preparación ideológica y material de la revolución es ante todo liberar al proletariado de estas ilusiones y de estos prejuicios difundidos en sus filas con la complicidad de los viejos líderes socialdemócratas que lo desvían de su camino histórico. En los países en los que el régimen democrático existe ya desde hace mucho tiempo y está profundamente arraigado en las costumbres de las masas y en su mentalidad así como en la de los partidos socialdemócratas tradicionales, esta tarea reviste una importancia particular y se coloca en el primer lugar de los problemas de la preparación revolucionaria.
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En el período en que la conquista del poder no se presentaba como una posibilidad próxima para el movimiento internacional del proletariado y en que no se planteaba tampoco el problema de su preparación directa a la dictadura, la participación en las elecciones y la actividad parlamentaria podían ofrecer todavía posibilidades de propaganda, de agitación, de crítica. Por otro lado, en los países en los que la revolución burguesa está aún en curso y crea instituciones nuevas, la intervención de los comunistas en los órganos representativos en formación puede ofrecer la posibilidad de influir sobre el desarrollo de los acontecimientos para que la revolución siga hasta la victoria del proletariado.
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En el período histórico actual (abierto por el final de la guerra mundial, con sus consecuencias sobre la organización social burguesa; por la revolución rusa, primera realización de la conquista del poder por el proletariado, y por la constitución de la nueva Internacional en oposición al socialdemocratismo de los traidores) y en los países en que el régimen democrático ha acabado su formación desde hace mucho tiempo, no existe ya, por el contrario, ninguna posibilidad de utilizar la tribuna parlamentaria para la obra revolucionaria de los comunistas, y la claridad de la propaganda no menos que la preparación eficaz de la lucha final por la dictadura exigen que los comunistas lleven una agitación por el boicot de las elecciones por los obreros.
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En estas condiciones históricas, habiéndose convertido la conquista revolucionaria del poder por el proletariado en el problema central, toda la actividad política del partido de clase debe ser consagrada a este fin directo. Hay que hacer añicos la mentira burguesa según la cual todo choque entre los partidos políticos adversos, toda lucha por el poder debe desarrollarse en el marco del mecanismo democrático, a través de las elecciones y los debates parlamentarios. No se podrá conseguir esto sin romper con el método que consiste en llamar a los obreros a votar – juntos con los miembros de la clase adversa -, sin poner fin al espectáculo de delegados del proletariado que trabajan en el mismo terreno parlamentario que sus explotadores.
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La peligrosa concepción que reduce toda acción política a las luchas electorales y a la actividad parlamentaria ha sido demasiado difundida por la práctica ultraparlamentaria de los partidos socialistas tradicionales. Por otro lado, la repugnancia del proletariado por esta práctica de traición ha preparado un terreno favorable a los errores de los sindicalistas y de los anarquistas que niegan todo valor a la acción política y a las funciones del partido. Por esta razón, los partidos comunistas jamás obtendrán un amplio éxito en la propaganda por el método revolucionario marxista si no apoyan su trabajo directo por la dictadura del proletariado y por los Consejos obreros en el abandono de todo contacto con el engranaje de la democracia burguesa.
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La importancia muy grande atribuida en la práctica a la campaña electoral y a sus resultados, el hecho de que durante un período muy largo el partido le consagre todas sus fuerzas y todos sus recursos (hombres, prensa, medios económicos) concurre, de un lado, a pesar de todos los discursos públicos y todas las declaraciones teóricas, a reforzar la sensación que ésa es ciertamente la acción central para los fines comunistas y, de otro lado, provoca el abandono casi completo del trabajo de organización y de preparación revolucionaria, dando a la organización del partido un carácter técnico completamente contrario a las exigencias del trabajo revolucionario legal o ilegal.
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Para los partidos que, por decisión de la mayoría, se han pasado a la IIIa Internacional, el hecho de continuar la acción electoral incapacita la selección necesaria; ahora bien, sin la eliminación de los elementos socialdemócratas, la IIIa Internacional fracasará en su tarea histórica y no será el ejército disciplinado y homogéneo de la revolución mundial.
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La naturaleza misma de los debates en el parlamento y otros órganos democráticos excluye toda posibilidad de pasar a la crítica de la política de los partidos adversos, a una propaganda contra el principio mismo del parlamentarismo, a una acción que sobrepase los límites del reglamento parlamentario. De igual manera es imposible obtener el mandato que da el derecho a la palabra si uno rehúsa someterse a todas las formalidades establecidas por el procedimiento electoral. El éxito de la esgrima parlamentaria no será más que función de la habilidad en maniobrar con el arma común de los principios sobre los que se funda la institución misma y de las astucias del reglamento; de igual manera, el éxito de la campaña electoral se juzgará siempre y únicamente por el número de votos o de mandatos conseguidos.
Todos los esfuerzos de los partidos comunistas para dar un carácter completamente distinto a la práctica del parlamentarismo no podrán dejar de conducir al fracaso de las energías gastadas en este trabajo de Sísifo. La causa de la revolución comunista exige insistentemente que se gasten, por el contrario, en el terreno del ataque directo al régimen de la explotación capitalista.
IL SOVIET-03 DE OCTUBRE DE 1920
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