EL MARXISMO Y LA CUESTIÓN RUSA
Content:
El marxismo y la cuestión rusa
A) Rusia contra Europa en el siglo XIX
B) Las perspectivas de la desaparición del ultimo feudalismo
C) La imborrable epopeya rusa de la revolución proletaria mundial
D) Siniestra parábola de la revolución truncada
Notes
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El marxismo y la cuestión rusa
A) Rusia contra Europa en el siglo XIX
1. El objetivo de una de las primeras batallas que los socialistas marxistas trabaron acerca del «papel» de Rusia en la política europea, fue refutar la opinión falaz según la cual las conclusiones del materialismo histórico no podían ser aplicadas a este país.
Así como el internacionalismo marxista había transportado a Francia, Alemania y América las deducciones sociales de alcance universal que había extraído del estudio de los hechos del primer capitalismo, el de Inglaterra, nuestra escuela nunca dudó que la misma llave histórica abriría las puertas que parecían haberse cerrado para siempre en las narices de la sociedad burguesa, y sobre las bayonetas napoleónicas derrotadas, lo que retrasó todo por un siglo.
2. En Rusia, como en todos los países europeos, el marxismo esperaba y propugnaba una gran revolución burguesa que siguiese los pasos de las revoluciones de Francia y de Inglaterra, y cuyo incendio, en 1848, sacudió a toda Europa Central. La destrucción del modo de producción feudal en Rusia fue tanto más prevista, esperada y reivindicada, cuanto que la Rusia de los zares asumía para Marx la función de ciudadela de la reacción europea antiliberal y anticapitalista. En la fase de las guerras burguesas de sistematización nacional de Europa, que se cerró en 1871, el marxismo consideraba útil toda guerra que se desarrollase en una dirección capaz de provocar una derrota y un desastre para Petersburgo.¡Marx fue acusado por ello de agente pangermanista antiruso! Para él, la resistencia del zarismo constituía no sólo una barrera para la oleada de la revolución burguesa, sino también para la marea sucesiva de la revolución obrera europea. Los movimientos de liberación de las nacionalidades oprimidas por el zar (el clásico ejemplo es el de Polonia) fueron pues plenamente apoyados por la Primera Internacional obrera.
3. La doctrina histórica de la escuela marxista clausura en 1871 el periodo del apoyo socialista a las guerras de sistematización de Europa en Estados modernos, así como a las luchas internas de la revolución liberal y de resurgimiento nacional. El obstáculo ruso se perfila siempre en el horizonte y, al permanecer de pie, barrerá el camino a la insurrección obrera contra los «ejércitos nacionales confederados», y enviará los cosacos a defender, no solamente a santos imperios, sino también a democracias parlamentarias capitalistas, cuyo ciclo de desarrollo se ha cerrado en Occidente.
4. El marxismo se ocupa rápidamente de las cuestiones sociales de Rusia, y estudia su estructura económica y el curso de sus antagonismos de clase. Ello no quita que el ciclo de las revoluciones social es deba ser determinado teniendo en cuenta, en primer lugar, las relaciones de fuerza internacionales, como en la gigantesca construcción de Marx acerca de las etapas de la marcha de la revolución y de sus condiciones, que se manifiestan, en cuanto a la madurez de la estructura social, sobre el plano internacional. Surgió inmediatamente el problema de saber si era posible abreviar el curso ruso que estaba aún a la espera de dar los pasos que Europa recorrió desde principios de siglo y en 1848. Tenemos dos respuestas de Marx: la primera, de 1877, en una carta a un periódico; la segunda, de 1882, en el prefacio a la traducción rusa del Manifiesto realizada por Vera Zassulitch.
¿Es posible saltar en Rusia por encima del modo capitalista de producción? La segunda respuesta era, en parte, positiva: Sí, «si la revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente, de. modo que ambas se completen» (1). Pero la primera respuesta declaraba que esta ocasión estaba ya perdiéndose, y se refería a la reforma agraria burguesa de 1861 que Bakunin alabó, siendo por ello ferozmente estigmatizado por Marx y Engels. Esta reforma, que abolía la servidumbre, significaba más bien la disolución final del comunismo primitivo de la aldea rural:
«Si Rusia sigue la vía que emprendió desde 1861, perderá la más hermosa ocasión que la historia haya ofrecido jamás a un pueblo de saltar por encima de todas las alternativas fatales del régimen capitalista. Deberá soportar, como todos los otros pueblos, las leyes inexorables de este sistema» (2).
Esto es todo, concluía concisamente Marx. Fue todo: habiendo sidofrustrada y traicionada la revolución en Europa, la Rusia de hoy ha caído en la barbarie capitalista.
Algunos escritos de Engels sobre el primitivo mir comunista ruso (3) muestran que en 1875, y con más razón en 1894, la partida fue ganada por el modo capitalista de producción. Este domina desde entonces en las ciudades y en ciertas partes del campo ruso bajo el zarismo.
5. Con la industria capitalista, que nació en Rusia no tanto de una acumulación inicial como de inversiones directas del Estado, surge el proletariado urbano y el partido obrero marxista. Este está confrontado con el problema de la revolución doble, el mismo con el que se enfrentaban los primeros marxistas en Alemania antes de 1848. La línea teórica de este partido, representada en un primer periodo por Plejánov, y luego por Lenin y los bolcheviques, es totalmente coherente con el marxismo europeo e internacional, y sobre todo en la cuestión agraria, de suma importancia en Rusia.
¿Cuál será la contribución a la revolución doble de las clases del campo, de los siervos de la gleba y de los misérrimos campesinos legalmente emancipados, pero cuyas condiciones empeoraron en relación a las del feudalismo puro? Por doquier, los siervos de la gleba y los pequeños campesinos apoyaron las revoluciones burguesas, y siempre se sublevaron contra los privilegios de la nobleza feudal. Rusia tiene la característica de que el modo feudal no es centrifugo, como en Europa y en Alemania, sino que el poder estatal central y el ejército nacional mismo están centralizados desde hace siglos: históricamente, y hasta el siglo XIX, estos factores son progresistas. Esto es cierto no sólo políticamente, en cuanto a los orígenes del ejército, de la monarquía y del Estado, que fueron importados del exterior, sino también en lo que concierne a la estructura social. El Estado, la Corona, y entidades religiosas no menos centralizadas, poseen más tierras y más siervos de la gleba que la nobleza feudal. Ello dió lugar a su definición como feudalismo de Estado, el que soportó bien el choque de los ejércitos democráticos franceses, y contra el cual Marx invocó, durante largos años, incluso el embate de ejércitos europeos, turcos y alemanes.
En definitiva, la vía rusa del feudalismo de Estado al capitalismo de Estado resultó menos larga que la vía europea del feudalismo molecular a los Estados unitarios capitalistas, y del primer capitalismo autonomista al concentrado e imperialista.
B) Las perspectivas de la desaparición del ultimo feudalismo
6. Estas formas seculares explican por qué 'nunca se formó en Rusia una clase burguesa tan potente como las occidentales, y por qué el injerto de las dos revoluciones, que los marxistas esperaban, se presentaba aquí aún más difícil que en Alemania.
Ante la deficiencia de la tradición revolucionaria alemana, que se había agotado, a la inversa de la inglesa, en la reforma religiosa, Engels recurre a los campesinos, e ilustra la histórica guerra de 1525, terriblemente aplastada por la vileza de los burgueses urbanos, del clero reformado, y también de la pequeña nobleza. En Rusia, la primera contienda teórica y práctica entre los marxistas y todos los otros partidos fue en torno a la cuestión de saber si la clase burguesa, políticamente ausente, al igual que una nobleza y un clero rebeldes, podría encontrar un substituto en la clase campesina. La fórmula histórica adversa era que la revolución rusa no seria ni burguesa ni obrera, sino campesina. Para nosotros, marxistas, la revolución campesina sólo es el reverso de la revolución burguesa urbana. Durante cien años, en todo el largo curso de polémicas y de guerras de clase, el marxismo rechazó la monstruosa perspectiva de un «socialismo campesino» que surgiría en Rusia como resultado de una insurrección de los pequeños cultivadores por el usufructo de la propiedad de la tierra en formas utópicamente igualitarias, y quienes llegarían a lograr el control del Estado en lugar de las clases urbanas (es decir, de la burguesía impotente y del joven proletariado, del cual no se sospechaba la tremenda energía que extraía de su condición de sección del proletariado europeo). La burguesía nace nacional y no transmite energía a través de las fronteras. El proletariado nace internacional, y está presente como clase en todas las revoluciones «extranjeras». El campesinado es incluso subnacional.
Lenin construyó sobre estas bases la doctrina marxista de la revolución rusa, que desechó como protagonistas a la burguesía indígena y al campesinado, y designó para ello a la clase obrera (4).
7. Dos son las grandes cuestiones de la revolución rusa: la agraria y la política. En la primera, los populistas y socialistas revolucionarios están por el reparto, los mencheviques por la municipalización, y los bolcheviques por la nacionalización. Lenin dice que los tres son postulados de una revolución burguesa democrática, y no socialista. Sin embargo, el tercero es el más avanzado, y crea las mejores condiciones para el comunismo proletario. Nos limitaremos a citar «Dos Tácticas»:
«la idea de la nacionalización de la tierra es pues una categoría de la sociedad mercantil y capitalista».
En Rusia de hoy, sólo la parte de los sovjoces, que es la menor, está a esta altura, y el resto está aún más abajo.
En la cuestión del poder, los mencheviques son partidarios de dejar que la burguesía se apropie de él, y de permanecer después en la oposición (en 1917, colaborarán con los burgueses en el gobierno); los populistas están por el ilusorio «gobierno campesino», y, con Kerensky, terminarán como los precedentes; los bolcheviques estaban por la toma del poder y por una dictadura democrática del proletariado y de los campesinos. Las palabras de Lenin explican el adjetivo democrático y el substantivo campesinos:
«Esta victoria no convertirá aún, ni mucho menos, nuestra revolución burguesa en socialista» (5). «Las transformaciones económico-sociales que se han convertido en una necesidad para Rusia no sólo no implican el socavamiento del capitalismo (...), sino por el contrario, desbrozarán por primera vez el terreno como es debido para su vasto y rápido desarrollo a la manera europea y no asiática» (6). «Esta victoria nos ayudará a sublevar a Europa, y el proletariado europeo, habiendo derrocado el yugo de la burguesía, nos ayudará, a su vez, a realizar la revolución socialista» (7).
¿Qué hacer, entonces, con los «aliados» campesinos? Lenin lo dice también claramente. Marx había dicho que los campesinos son los «aliados naturales de la burguesía». Lenin escribe:
«En la lucha verdadera y decisiva por el socialismo, los campesinos, como clase poseedora de tierras, desempeñarán el mismo papel de traición, de inconsecuencia, que ahora desempeña la burguesía en la lucha por la democracia en Rusia» (8).
Hemos mostrado (9) cómo Lenin sostenía con un doble argumento su fórmula «toma del poder dictatorial en la revolución burguesa contra la burguesía misma y con el' apoyo de los campesinos únicamente». Se trataba de llegar a la revolución proletaria europea', única condición para la victoria del socialismo en Rusia, y de evitar la restauración zarista, que habría significado el restablecimiento de la guardia blanca en Europa.
C) La imborrable epopeya rusa de la revolución proletaria mundial
8. Prevista por Marx, la guerra de Alemania contra las razas unidas de los eslavos y los latinos llegó en 1914, y, tal como él lo había predicho, la revolución rusa nació de las derrotas del zar.
Rusia estaba entonces aliada a las potencias democráticas: Francia, Inglaterra e Italia. Capitalistas y demócratas, conjuntamente con los socialistas traidores que habían abrazado la causa de la guerra antialemana, juzgaron que el zar se había vuelto un enemigo que debía ser eliminado, sea por inepto, sea por ser un secreto futuro aliado de los alemanes. La primera revolución rusa de febrero de 1917 fue vitoreada pues por todos los demócratas-patriotas y los socialpatriotas, quienes la atribuyeron, no al cansancio de las masas y de los soldados, sino a un hábil trabajo de las embajadas aliadas. Bien que la mayoría de los socialistas rusos de derecha no habían adherido a la guerra, se orientaron enseguida hacia la constitución de un gobierno provisorio que continuaría la guerra de acuerdo con las potencias extranjeras. Sobre tales bases, establecieron un compromiso con los partidos burgueses.
Primero con hesitaciones, y finalmente con todo vigor después del regreso de Lenin y de los líderes bolcheviques de 1917, y de la adhesión integral de Trotsky, el partido bolchevique se preparó para derrocar a ese gobierno que estaba apoyado por mencheviques y populistas (10).
9. La conquista del poder por el partido comunista se tradujo en la derrota, en el curso de la guerra civil, de todos los otros partidos, tanto burgueses como supuestamente obreros y campesinos, cómplices de la continuación de la guerra al flanco de los aliados. Esta derrota fue completada:
• con la victoria sobre estos partidos en el Soviet pan- ruso, la que integraba la derrota de estos y la de sus aliados extrasoviéticos en la lucha callejera,
• con la dispersión de la Asamblea Constituyente que el gobierno provisorio había convocado, y finalmente
• con la ruptura con el último aliado, el partido de los socialistas revolucionarios de izquierda, influyente en el campo y partidario de la «guerra santa» contra los alemanes.
Este salto gigantesco no dejó de acompañarse de luchas graves, dentro del partido, y sólo se concluyó históricamente cuando finalizó, después de cuatro terribles años, la lucha contra los ejércitos contrarrevolucionarios. Estos tenían tres orígenes: las fuerzas de la nobleza feudal y monárquica, las apoyadas por Alemania antes y después de la paz de Brest-Litowsk en 1918, y las movilizadas con mucho empeño por las potencias democráticas (entre las cuales se hallaba el ejército polaco).
Entretanto, en los países europeos, sólo se sucedieron desafortunados intentos de conquista del poder por la clase obrera, ardiente solidaria de la revolución bolchevique. Y, en substancia., fue decisiva la derrota de los comunistas alemanes en enero de 1919, luego del fracaso militar de Alemania y de la caído del poder kaiserista. La línea histórica de Lenin - que hasta ese momento se había magníficamente realizado, sobre todo con la aceptación de la paz en enero de 1918, la cual constituyó una solución decisiva que la insana democracia mundial calificó de traición - sufrió una primera ruptura grave. Los años siguientes confirmaron que la economía rusa, que había caído en un caos pavoroso, no recibiría la ayuda de un proletariado europeo vencedor. A continuación, en Rusia, el poder fue sólidamente defendido y salvado. Pero a partir de entonces no fue posible resolver la cuestión económica y social rusa según la previsión de todos los marxistas, es decir, con la dictadura del partido comunista internacional sobre las fuerzas productivas que - incluso después de la guerra - sobreabundaban en Europa.
10. Lenin había siempre excluido (y lo excluyó hasta su muerte, así como los auténticos marxistas bolcheviques) que, en ausencia de repercusión de la revolución rusa en Europa, y permaneciendo pues la economía europea capitalista, la estructura social rusa pudiese transformarse adoptando características socialistas. No obstante, Lenin siempre sostuvo su tesis que en Rusia el poder debía ser conquistado y mantenido en su forma dictatorial por el partido proletario, apoyado por los campesinos. Surgen dos cuestiones históricas. ¿Puede definirse como socialista una revolución que, como lo había previsto Lenin, crea un poder que, a la espera de nuevas victorias internacionales, administra formas sociales de economía privada, desde el momento que estas victorias no se han producido? La segunda cuestión se refiere a la duración admisible de semejante situación, y a si existían alternativas que no fuesen la contrarrevolución política abierta, el franco retorno al poder de una burguesía nacional.
Para nosotros, Octubre fue socialista, y la alternativa a la victoria contrarrevolucionaria armada, que no tuvo lugar, dejaba abiertos otros dos caminos, y no uno solo: la degeneración interna del aparato de poder (Estado y partido), que se adapta a la administración de formas capitalistas, declarando abandonar la espera de la revolución mundial (lo que aconteció efectivamente); y una larga permanencia del partido marxista en el poder, directamente empeñado en sostener la lucha proletaria revolucionaria en todos los países extranjeros, y que declare, con el mismo coraje que tuvo Lenin, que las formas sociales internas permanecían extensamente capitalistas (e incluso precapitalistas).
Hay que dar la prioridad a la primera cuestión, mientras que la segunda está ligada al examen de la actual estructura social rusa, falazmente presentada como socialista.
11. La revolución de Octubre debe ser considerada en primer lugar, no en relación con cambios inmediatos o rapidisimos de las formas de producción y de la estructura económica, sino como una fase de la lucha política internacional del proletariado. En efecto, ella presenta una serie de poderosas características que exceden totalmente los límites de una revolución nacional y puramente antifeudal, y que no se limitan al hecho de que el partido proletario estuvo a su cabeza.
a) Lenin había establecido que la guerra europea y mundial tendría un carácter imperialista «incluso para Rusia», y que, por ello, el partido proletario debía tener una franca actitud de derrotismo, como en la guerra ruso-japonesa que provocó las luchas de 1905. Y no por el motivo que el Estado no era democrático, sino por las mismas razones que imponían igual deber a todos los partidos socialistas de los otros países. En Rusia no había suficiente economía capitalista e industrial capaz de dar una base al socialismo, pero bastaba para dar a la guerra un carácter imperialista. Los traidores al socialismo revolucionario, que habían adherido a la causa de los bandidos burgueses imperialistas con el pretexto de defender una democracia con «valor absoluto» (aquí contra el peligro alemán, allí contra el ruso), condenaron a los bolcheviques por la liquidación de la guerra y de las alianzas de guerra, y trataron de apuñalar a la Revolución de Octubre. Octubre venció contra ellos, contra la guerra y el imperialismo mundial; y fue una conquista puramente proletaria y comunista.
b) Triunfando contra los atentados de aquellos enemigos, Octubre reivindicó los principios olvidados de la revolución, y restauró la doctrina marxista cuya ruina ellos habían tramado. Ligó nuevamente la vía de la victoria contra la burguesía, válida para toda nación, al empleo de la violencia y del terror revolucionario, a la laceración de las «garantías» democráticas, a la aplicación ilimitada de la categoría esencial del marxismo: la dictadura de la clase obrera, ejercida por el partido comunista. Y abandonó para siempre a su imbecilidad a quien ve en la dictadura el poder de un hombre, y con mayor razón a aquél que, aterrado cual prostitutas democráticas por esa tiranía, no ve en ella más que una clase amorfa y no organizada, no constituida en partido político, como lo proclaman nuestros textos seculares.
c) Frente a la apariencia falaz de una clase obrera presente sobre la escena política - o peor aún, parlamentaria - dividida entre diversos partidos, la lección jamás desmentida de Octubre mostró que la vía no pasa por un poder ejercido en común con todos ellos, sino por la liquidación violenta y sucesiva de este rosario de sirvientes del capitalismo, hasta llegar al poder total del partido único.
La grandeza de los tres puntos indicados más arriba reside en que, precisamente en Rusia, la condición histórica especial constituida por la supervivencia de un sistema despótico y medieval hubiese quizá podido explicar una excepción respecto a los países burgueses desarrollados; mientras que, por el contrario, la vía rusa remachó - en medio del asombro aterrorizado o entusiasta del mundo - la vía única y mundial trazada por la doctrina universal del marxismo, y de la cual, en la teoría y en la acción, Lenin - y con él el admirable partido de los bolcheviques - jamás se separó.
Es una ignominia que estos nombres sean explotados por aquéllos que están avergonzados asquerosamente de las glorias que ostentan celebrar teatralmente, y quienes se disculpan por las vías que Rusia «debió» recorrer por especiales circunstancias y condiciones locales. Ellos prometen o conceden, como si tal fuese su misión o poder, conducir los otros países al socialismo por nuevas y diversas vías nacionales, pavimentadas por la traición y la infamia con todos los materiales fangosos de inmundicia que el oportunismo es capaz de amasar: libertad, democracia, pacifismo, coexistencia, emulación.
Para Lenin, la revolución occidental era el oxigeno que el socialismo necesitaba en Rusia. Para aquéllos, que desfilan el 7 de noviembre ante su estúpido mausoleo, el oxigeno es que el capitalismo prosiga su bacanal en el resto del mundo, para poder coexistir y copular con él.
D) Siniestra parábola de la revolución truncada
12. Los elementos cardinales de la otra cuestión, sobre la estructura económica de Rusia a la fecha de la victoria de Octubre, están establecidos en los textos fundamentales de Lenin. Nos hemos referido extensamente a ellos en nuestros trabajos mencionados, no con citaciones aisladas que pueden ser introducidas en escritos genéricos y breves, sino poniendo todas las fórmulas en relación con las condiciones históricas del ambiente, y con las relaciones de fuerzas, consideradas en su desarrollo histórico.
La revolución rusa, que es una de esas revoluciones que llamamos «dobles», lleva al teatro de operaciones tres de los modos históricos de producción, tal como en la Alemania antes de 1848. En la clásica visión de Marx, se trataba del imperio medieval y aristocrático-militar, de la burguesía capitalista y del proletariado, o sea, servidumbre, asalariado y socialismo. En aquel entonces, el desarrollo industrial en Alemania era limitado (en cantidad, sino en calidad). Pero si Marx introdujo el tercer personaje, fue porque las condiciones técnico-económicas ya existían plenamente en Inglaterra, mientras que las políticas parecían estar presentes en Francia. La perspectiva socialista estaba bien presente en el ámbito europeo. La idea de una rápida caída del poder absolutista alemán en beneficio de la burguesía, y la del ataque ulterior del joven proletariado contra ella, estaba ligada a la posibilidad de una victoria obrera en Francia, donde, una vez derrocada la monarquía burguesa de 1831, el proletariado de París y del interior empeñase una batalla, que efectivamente empeñó generosamente, pero que perdió.
Las grandes visiones revolucionarias son fecundas incluso cuando la historia posterga su realización. Francia habría dado la política, con la instauración de un poder dictatorial obrero en París, lo que se intentó en 1831 y en 1848, y se realizó en 1871, sucumbiendo siempre gloriosamente con las armas en la mano. Inglaterra habría dado la economía, y Alemania la doctrina, que León Trotsky evocó para Rusia con el clásico nombre de revolución en permanencia. Pero en Marx como en Trotsky, la revolución permanece en el marco internacional, y no en un mísero cuadro nacional. Con su terrorismo ideológico, los estalinistas condenarán a la revolución permanente, pero son ellos quienes la han imitado en una parodia vacía, y ensuciado de patriotismo.
En la visión de Lenin, y en la de todos nosotros, sus secuaces, la Rusia revolucionaria de 1917 - industrialmente atrasada, como la Alemania de 1848 - habría ofrecido la llama de la victoria política, y habría dado nuevamente toda su suprema potencia a la gran doctrina que había crecido en Europa y en el mundo. De la Alemania vencida se habrían extraído las fuerzas productivas, el potencial de la economía. El resto de la atormentada Europa Central la habría seguido. Una segunda oleada habría arrastrado a los «vencedores»: Francia, Italia (que esperamos atraer anticipadamente en vano desde 1919), Inglaterra, América, Japón.
Pero en el núcleo Rusia-Europa Central, el desarrollo de las fuerzas productivas en la dirección del socialismo no habría encontrado obstáculos, y sólo necesitaba la dictadura de los partidos comunistas.
13. En esta síntesis cruda de nuestras investigaciones, nos interesa considerar la otra alternativa, la de Rusia que queda aislada con la fulgurante victoria política en sus manos. Se trata de una situación con una ventaja enorme sobre la del 1848, en la cual todas las naciones combatientes permanecieron en las manos del capitalismo, y Alemania todavía más atrás.
Resumamos concisamente la perspectiva leninista dentro de Rusia, a la espera de la revolución en Occidente. En la industria, el control de la producción y, más tarde, la gestión estatal; lo que significaba si la destrucción de la burguesía privada, y por lo tanto la victoria política, pero también la administración económica dentro del modo mercantil y capitalista, desarrollando tan solo las «bases» para el socialismo. En la agricultura, la destrucción de toda forma de servidumbre feudal y la gestión cooperativa de las grandes fincas, con el mínimo de tolerancia posible ante la pequeña producción mercantil, que era la forma dominante en 1917, y que estaba inevitablemente favorecida por la destrucción - esta si tanto económica como política - del modo feudal. Los mismos proletarios agrícolas sin tierra, los únicos «campesinos pobres» verdaderamente apreciados por Lenin, habían disminuido estadisticamente, habiendo sido transformados en propietarios por la expropiación de la tierra de los campesinos ricos.
Hemos esclarecido fundamentalmente la cuestión de los ritmos, que surgió en la gran discusión de 1926. Stalin decía: si el pleno socialismo es aquí imposible, entonces debemos abandonar el poder. Trotsky gritó su fe en la revolución internacional, y que se debía esperarla en el poder incluso durante 50 años. Se le respondió que Lenin había hablado de veinte años en el caso que Rusia quedase aislada. Hemos probado que Lenin se refería a veinte años de «buenas relaciones con los campesinos», después de los cuales, aun en una Rusia económicamente no socialista, se desencadenaría la lucha de clase entre obreros y campesinos, para truncar la microproducción rural y el microcapital privado agrario, verdaderas tabes de la revolución.
Pero en la hipótesis de la revolución obrera europea, la micropropiedad de la tierra - que hoy vive no extirpable en el «koljoz» - habría sido tratada con drástica rapidez, sin postergaciones.
14. La ciencia económica marxista permite demostrar que el estalinismo quedó incluso más atrás de lo que Lenin preveía como lejano resultado. No son veinte, sino cuarenta años los que han pasado, y las relaciones con los campesinos koljocianos son tan «buenas» como «malas» son las relaciones con los obreros de la industria, administrada ésta por el Estado, bajo el régimen del asalariado, en condiciones mercantiles peores aún que en las de los capitalismos no disimulados. El campesino koljociano está bien tratado como cooperador (en la empresa-koljoz, forma capitalista privada y no estatal), y aún mejor como pequeño administrador de tierra y de capital de labranza.
Seria inútil recordar las características burguesas de la economía soviética, que van del comercio a la herencia, y al ahorro. Así como no se encamina en absoluto hacia la abolición del intercambio mercantil y a la remuneración no monetaria del trabajo, las relaciones entre obrero y campesino van allí en sentido opuesto al de la abolición comunista de la diferencia entre trabajo agrícola e industrial, entre trabajo manual e intelectual.
Cuarenta años nos separan de 1917, cerca de treinta de la fecha en la que Trotsky evaluó en 50 años (lo que cae aproximadamente en 1975) el tiempo que seria posible permanecer en el poder; pero en Occidente la revolución proletaria no vino. Los asesinos de León y del bolchevismo han construido extensamente el capitalismo industrial, o sea, bases del socialismo; pero en el campo esta construcción es limitada, y ellos están retrasados veinte años más sobre los de Lenin en cuanto a la liquidación de la gallinesca forma koljociana, degeneración del mismo capitalismo liberal clásico, que hoy en día, en acuerdo subterráneo con los capitalistas del otro lado de las fronteras, ellos querrían inocular en la industria y en la vida. Aun antes de 1975, vendrán crisis de producción que arrollarán ambos campos en emulación, haciendo saltar por los aires pajonales, gallineros, cocheritas, y todas las miserables instalaciones del sórdido y moderno ideal doméstico koljociano, ilusoria arcadia del capitalismo populista.
15. Un estudio reciente de economistas burgueses americanos, acerca de la dinámica mundial del intercambio, calcula que 1977 será un punto critico de la carrera actual por la conquista de mercados, que estuvo fundada, después del segundo conflicto mundial, sobre el puritanismo hipócrita de la socorredora América. Otros veinte años nos separarían del brote de la nueva llamarada de la revolución permanente concebida en el marco internacional, lo que coincide con las conclusiones del lejano debate de 1926, como con los resultados de nuestras investigaciones de los últimos años (11).
Para poder evitar una nueva derrota del proletariado, es indispensable que la restauración teórica no sea hecha (como fue el caso del gigantesco esfuerzo de Lenin luego de 1914) después que el tercer conflicto mundial haya alineado a los trabajadores bajo todas sus malditas banderas, sino que pueda ser realizada mucho antes, con la organización de un partido mundial que no vacile en proponer su propia dictadura. Una vacilación sobre este punto, que equivale a una liquidación, traduce la estupidez de quienes pueden entenderse con aquéllos que explican los hechos en Rusia mediante intrigas palaciegas de grandes hombres o de traidores, de demagogos u otros traîneurs de sabre.
En el curso de estos veinte años fatídicos, una gran crisis de la producción industrial mundial y del ciclo comercial, del calibre de la crisis americana de 1932, pero que no escatimará al capitalismo ruso, podrá servir de base al retorno de resueltas pero bien visibles minorías proletarias sobre las posiciones marxistas, que estarán muy alejadas de la apología de las pseudorrevoluciones antirusas del tipo húngaro, donde combaten codo a codo, a la manera estaliniana, campesinos, estudiantes y obreros.
¿Puede ser arriesgado un esquema de la futura revolución internacional? Su área central será aquélla que responde a la ruina de la segunda guerra mundial con un potente auge de fuerzas productivas, sobre todo Alemania (incluso la Oriental), Polonia y Checoslovaquia. La insurrección proletaria, a la que seguirá la ferocisima expropiación de todos los poseedores de capital popularizado, debería tener su epicentro entre Berlín y el Rhin, y debería atraer rápidamente al norte de Italia y al noreste de Francia.
Tal perspectiva no es accesible a los pobres de espíritu que no quieren conceder ni siquiera una hora de relativa supervivencia a ningún capitalismo, los cuales a sus ojos son todos iguales, debiéndose ajusticiarlos en fila, aun si, en vez de misiles atómicos, disponen de pistoletes.
Como prueba de que Stalin y sus sucesores, mientras castraban contrarrevolucionariamente al proletariado mundial, han industrializado revolucionariamente a Rusia, ésta será la reserva de fuerzas productivas para la nueva revolución y, sólo después, la reserva de ejércitos revolucionarios.
Con la tercera oleada, Europa continental se volverá política y socialmente comunista - o el último comunista habrá desaparecido.
El capitalismo inglés ya quemó sus reservas para el aburguesamiento laborista del obrero, que Marx y Engels le reprocharon. Esta vez, incluso el capitalismo yanqui, diez veces más vampiro y opresor del mundo, las perderá en el enfrentamiento supremo. El mors tua vita mea social se substituirá a la repugnante emulación de hoy.
16. Es por ello que nosotros no hemos conmemorado los cuarenta años pasados, sino los veinte por venir, y su desenlace.
Notes:
[prev.] [content] [end]
1. Prefacio de Marx-Engels a la segunda edición rusa del «Manifiesto del Partido Comunista», 1882. [back]
2. Carta de Marx a la redacción de «Otetchestvennie Zapiski», Noviembre de 1877, republicada en Karl Marx, Œuvres, Économie II, Bibliothèque de la Pléiade, Paris 1968, pág.1553-1555. [back]
3. Se trata del articulo de Engels «Soziales aus Russland» (1875) y de su nota final de 1894 a este mismo artículo, cuyas traducciones francesas se hallan en Marx-Engels, «La Russie», U.G.E., París 1974, pág. 236-254 y 262-277. [back]
4. El desarrollo de este planteo está documentado en nuestro trabajo «Russia e rivoluzione nella teoria marxista», publicado en «Il Programma Comunista», números 21 de 1954 al 8 de 1955. [back]
5. Lenin, Obras Escogidas, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, página 513. [back]
6. Lenin, Obras Escogidas, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, página 505 [back]
7. Lenin, Obras Escogidas, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, página 535 [back]
8. Lenin, Obras Escogidas, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, página 581 [back]
9. Ver la parte final del trabajo «Russia e rivoluzione nella teoria marxista», en «Il Programma Comunista», N° 8 de 1955. [back]
10. En nuestro trabajo ulterior «Struttura economica e sociale della Russia d'oggi», y especialmente en la primera parte, expusimos, en base a documentos, las vicisitudes históricas que conducen, en Octubre, a la segunda revolución, y hemos confrontado la lucha por el poder en 1917 con las cuestiones doctrinales que habían surgido anteriormente en la vida del partido. [back]
11. Ver el final del resumen en «Il Programma Comunista», números 15 y 16 de 1955. [back]
Amadeo bordiga
SOURCE: «EL PROGRAMA COMUNISTA», N° 19, ENERO DE 1976
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