LA CUESTIÓN NACIONAL Y COLONIAL
La cuestión nacional y colonial
El error de principio
Este error consiste en negar de manera absoluta y antihistórica que la burguesía aún pueda tener una función revolucionaria en ciertas partes del mundo y que esta revolución de clase pueda ser una etapa necesaria hacia el socialismo proletario. No se trata en absoluto de una cuestión de apreciación de las situaciones, sino de una cuestión de principio. La doctrina marxista del determinismo económico se aplica a todas las clases sociales, cuya sucesión sigue un ritmo diferente en los diversos continentes y en los diferentes pueblos. Negar esto no seria un acto de internacionalismo consecuente, sino de incomprensión de la dialéctica histórica. Marx ha explicado, en textos indiscutibles, que en todos los países coloniales se desarrollaban verdaderas luchas de clases contra las formas precapitalistas, y que el proletariado blanco debía apoyarlas y utilizarlas; además, consideraba que la revolución podría recibir el apoyo de las luchas de independencia de la burguesía liberal en Europa central, luchas a las que el 1848 no les había dado su conclusión histórica. Esto, de ningún modo estaba en contradicción con el hecho y la doctrina de la lucha de clases del proletariado contra la burguesía industrial, ni con el carácter internacional de esta lucha, incluso desde el punto de vista de la organización en partido. Esta fase termina para este área geográfica con la Comuna de París; pero, para Rusia, estaba aún abierta en 1917, en tanto que para Asia y los pueblos de color sigue estando abierta aún hoy.
No se trata solamente de la función histórica revolucionaría de la burguesía, sino también de las clases que no actúan como una fuerza autónoma y que sólo son remolcadas por la burguesía, de la que son caudatarias. En la revolución liberal nacional, los campesinos en los campos y, sobre todo los artesanos y los intelectuales en las ciudades, luchan al lado de la burguesía contra el Antiguo Régimen. Mientras este ciclo histórico no haya concluido, el proletariado debe entrar en esta lucha con toda su energía revolucionaria para proyectar el epilogo hasta su victoria de clase, como intentó hacerlo en Europa en 1848 y en Francia en 1870. Esto ya era afirmado por Marx en el «Manifiesto» cuando el proletariado naciente sentaba las bases de su doctrina y de su organización política.
La revolución rusa debe ser explicada en cuanto revolución primeramente burguesa y «popular», es decir, en cuanto revolución del bloque más o menos informe de estas clases infraburguesas. La penetración de la forma económica industrial y del mismo imperialismo moderno en el interior de la Rusia zarista, quita a la burguesía su carácter hegemónico en la revolución popular y obliga al proletariado a tomar su lugar. En Rusia, este arduo ciclo histórico no ha podido llegar a su término (es decir, a la realización del socialismo), y la historia no nos ha provisto de otros ejemplos, precisamente porque ha sido roto el lazo de la revolución internacional, indispensable para que una forma de clase pura, apoyada sobre las economías desarrolladas de Europa central y occidental, pudiera conducir a Rusia al socialismo.
Es necesario distinguir la cuestión política de la cuestión económica, puesto que el desarrollo, en Alemania por ejemplo, de las formas industriales podía permitir que la dictadura proletaria victoriosa no desarrollara las formas económicas mercantiles, o fundadas sobre la empresa, sino aquellas que tendiesen progresivamente al comunismo integral, al mismo tiempo que en Rusia habría acelerado el paso de las formas preburguesas a las formas capitalistas (capitalismo de Estado) evitando el suicidio de la revolución proletaria, que tuvo su expresión más desastrosa al de finir como «socialista» a una estructura que no había podido superar los limites mercantiles y monetarios. Es evidente que sólo la fuerza del partido internacional hubiera podido evitar una aberración semejante, cuyo saldo fue la ruina de la teoría y de la organización comunistas. En tal caso, se habría llamado por su nombre (capitalismo privado y capitalismo de Estado) a ciertas formas rusas y habrían sido correctamente definidos como socialistas los primeros sectores de gestión social, sin mercancías, valor ni cambio, los que, para ser realizados en un país como Alemania o Inglaterra, sólo requerían condiciones de fuerza política y no ya de estructura económica, incluso en la hipótesis abstracta en que unos pocos países, y hasta uno solo pero con una estructura completamente industrial, hubieran sido atraídos hacia el torbellino de la revolución y se hubiesen mantenido en el fuego de la revolución internacional, de la intervención directa en la lucha de clases armada de los otros países, repudiando toda paz, emulación o coexistencia que, por otra parte, los primeros desgalones en la red del mercado mundial tornarán imposibles.
Por tanto, la blasfemia del stalinismo consiste en afirmar que el socialismo económico ha sido realizado en Rusia, y que en la Rusia feudal, aislada de los países capitalistas avanzados, es decir, de sus partidos proletarios revolucionarios, se podía hacer otra cosa que pasar de la estructura feudal a la estructura capitalista.
El Oriente contemporáneo
Vayamos ahora al periodo contemporáneo en los países de Asia, de Oriente y de África, en donde la revolución antifeudal y su ciclo popular están a la orden del día. Aquí, en lo que concierne a la tarea de la clase burguesa y de la clase proletaria apenas nacida, se añade el problema de las luchas contra los imperialismos blancos que quieren importar, a la vez, la estructura industrial y la dominación política colonial de las metrópolis. Con más razón aún que en la Europa del siglo XIX, la lucha debe estar dirigida contra el feudalismo despótico tradicional, local y autóctono en el interior y contra el extranjero blanco; y es inevitable que esta polarización de clase recorra la vía que, siguiendo formas complejas, conduce de la revolución popular y nacional a la revolución proletaria y de clase, vía que los acontecimientos de Europa (Américas, Australia, etc.) no solamente no han abreviado, sino que de ningún modo lo habrían eliminado totalmente, incluso si el proletariado hubiera vencido en alguna de las metrópolis, en lugar de estar adormecido y desarmado como lo está gracias a la política hipnótica de Rusia.
En la reunión de Florencia se ha mostrado claramente la ceguera de aquellos que no llegan a explicar el dinamismo que se manifiesta en los pueblos de color, contrariamente a la sumisión de clase manifestada en los países de raza blanca por el proletariado que no se ha despertado todavía del largo sueño provocado por la atroz picadura de la mosca tse-tsé del mas infame oportunismo y que aún está atravesando esta fase, tanto allí donde Moscú llega a implantar esta maldita infección como allí donde no llega a hacerlo. ¿Cómo explicar en cuanto materialistas históricos el fenómeno - para vergüenza de nuestros partidos obreros desde la primera posguerra - por el cual el potencial revolucionario se desarrolla plenamente en las clases existentes en Oriente (burguesía, pequeña burguesía y proletariado recién formado) mientras que, en las metrópolis, está ausente en cuanto lucha de la clase obrera industrial contra el capitalismo? En nuestros países, el proletariado no se mueve y da la espalda a la revolución y a la única vía revolucionaria, la de la Internacional histórica. ¿A caso seria un remedio contra esto el negar (evidentemente, no decimos el intentar detener) la irrupción de las masas de color con el pretexto escolástico y filisteo de que sólo deberían ponerse en movimiento para luchar contra el capitalismo sin pasar por la reivindicación popular y nacional? En esas áreas, esta reivindicación está aún vigente y es revolucionaria; por el contrario, aquí, debido a la traición rusa, nos la hacen tragar justamente en el área y en el ciclo histórico donde es posible superarla y reivindicar la dictadura integral del proletariado.
El error de estos deplorables aficionados con los que debemos romper definitivamente huele, a la vez, a racismo, a stalinismo y a bajo trotskismo. Equivale a situar la serie histórica de los modos de producción en el seno de un único pueblo elegido, el europeo de raza blanca, que llega al socialismo despreciando al resto del mundo en donde este socialismo debería ser inyectado luego por un imperialismo socialista. Además, reduce la involución de Rusia a simples errores de maniobra en la política y la conducta del Estado, lo que es una construcción totalmente antideterminista, en lugar de explicarla por medio de razones que emanan de la estructura social. Y justamente porque en todas partes sólo quiere ver a dos únicas clases opuestas en un antagonismo frontal, en Rusia forzosamente ve a una nueva clase y a una nueva forma de producción, la de la burocracia de Estado que explota a los proletarios.
Para salir de estas tinieblas, debemos utilizar todo nuestro material de estos últimos años, incluso todo el trabajo sobre Rusia (reuniones de Trieste, Bolonia, Nápoles, Génova) (1), armas que deben ser utilizadas por todos los camaradas.
Notes:
Todas publicadas en esta revista.
SOURCE: «EL PROGRAMA COMUNISTA» N.° 36, OCTUBRE-DICIEMBRE DE 1980 (REUNIÓN DE TURÍN, 1 DE JUNIO DE 1958)
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