domingo, 18 de septiembre de 2011

La cuestión del Estado-octubre-perrone-1938-0300

Octobre no 2, marzo 1938

La cuestión del Estado


Este artículo esta destinado a favorecer la discusión en el seno de las dos fracciones adherentes y del Buró.

Quien dice Estado dice coacción. Quien dice socialismo dice libertad. La oposición es flagrante y ningún subterfugio puede atenuar su significado. Esta oposición persiste en cualquier coyuntura de la lucha de clases y, para tomar la hipótesis más extrema, si mañana, ante el asalto capitalista que se despliega contra las fronteras del Estado proletario, los comunistas recurrieran a los métodos burgueses de cohesión contra el proletariado o cualquiera de sus grupos, se estaría preparando una involución profunda en el Estado proletario y ya no sería un Estado de esta naturaleza el que obtendría la victoria contra el asaltante burgués, sino que el estandarte revolucionario y proletario comenzaría por recubrir una mercancía que el capitalismo habría podido introducir en nuestras propias filas.
Se ha dicho mil veces que el socialismo es una cuestión de contenido y no de forma. Esto es cierto en cualquier circunstancia. Nosotros debemos añadir que cuando, bajo el pretexto de la "necesidad del momento", la forma hace un plagio al contenido, la alteración que se produce no es ocasional sino definitiva y las consecuencias se producirán con la misma lógica de acero que hace derivar la masacre actual de los obreros de España, de China y las orgías del Tribunal supremo de Moscú, de los errores iniciales cometidos en el comienzo de la revolución rusa.
Antes de abordar el examen del problema, debemos precisar que nosotros estamos lejos de criginos en jueces de Lenin y de los que realizaron la Revolución rusa, o de dar el menor crédito a los detractores social-demócratas de la Revolución rusa, los cuales intentan estabiccer una relación de dependencia entre Octubre de 1917 y las hecatombes actuales de Rusia: entre Lenin y Stalin. Nosotros somos marxistas. El verdadero homenaje, el único homenaje a nuestros maestros consiste en considerar a Lenin como una expresion gigantesca de su época, que realizó lo que ninguno de nosotros habría podido hacer, que nos legó una herencia colosal que debemos aplicar y amplificar a la luz de los acontecimientos acaccidos. Así el proletariado denunciará a Stalin y sus compinches social-demócratas como estalones de una misma cadena de infamia. El primero masacrando "a saco" en 1935-38, los otros intentando lavar las manchas de sangre que llevan en sus manos en los nos rojos que inundan actualmente España, China, Rusia, Italia, Alemania y que mañana devastarán el mundo entero en una sucesión de guerras o bien en una conflagración mundial.

La noción del Estado

En el orden histórico asistimos primero a la formación de la clase y después del Estado. Esto no se debe a circunstancias ocasionales sino que depende de la evolución económica. El instrumento de trabajo que separa al hombre de la naturaleza determina así un crecimiento de la producción que da lugar a la acumulación en el seno de las castas, que son las formas primitivas de las clases, porque el nivel de la producción no permite cubrir las necesidades de la colectividad al mismo tiempo que supera la capacidad de consumo de la capa privilegiada. En los primeros tiempos las cuestiones sociales pueden resolverse amistosamente y se establece una jerarquía. Existe una solidaridad entre las diferentes funciones sociales mientras que las capas inferiores de los trabajadores no llegan a sentir necesidades superiores a las que la sociedad les permite cubrir. En la fase posterior es todo lo contrario. La misma lógica de la acumulación lleva a la sujeción económica, a la coacción para mantener esta sujeción, y el Estado aparece como una necesidad histórica determinada a la vez por la progresión de la producción y la insuficiencia de esta producción para permitir la expansión de las necesidades de la colectividad: de ahí la division de la sociedad en clases.
Estos factores de la evolución histórica nos reveían a la vez el carácter distintivo del Estado (coerción) y la necesidad de este estado, que no podrá desaparecer mas que cuando la amplitud de la producción, combinada con la progresión de la civilización, permita no sólamente la satisfacción de todas las necesidades existentes, sino también la generalización de las necesidades al conjunto de los productores. No se trata pues de creer sólamente que exista igualdad porque el obrero y el campesino, el Inglés y el Chino reciban lo que piden, sino que se trata también de encontrarse en una situación en que unos y otros habrán alcanzado tal grado de civilización y progreso que estarán en una condición real de igualidad. Sólamente entonces podrá establecerse la sociedad comunista.
El Estado que apareciá después de las clases, y ello en función de la evolución económica, ¿puede continuar existiendo tras la destrucción de la clase explotadora en el periodo de transición?; ¿o bien va a poner en cuestión la victoria conseguida por el proletariado? ¿Habría al término de la evolución histórica una inversión de posiciones y nos encontraríamos ante la necesidad de hacer persistir el Estado tras la supresión de la clase explotadora? Planteamos este problema puesto que es de una importancia excepcional. De ningún modo depende del azar y ignorarlo es carr en las tenazas que nos arrojarán de Lenin a Stalin.
Ya lo hemos señalado anteriormente. El Estado responde a dos necesidades históricas: la coordinación de la producción por una parte y la defensa de los privilegios de la clase dominante por la otra. El primer elemento persiste incluso después de la destrucción del capitalismo, y continuará existiendo, no sólamente hasta la plena satisfacción de las necesidades de los productores, sino también hasta la maduración de las condiciones objetivas para determinar la igualdad de las necesidades. El segundo elemento deja de existir desde el momento en que el aparato de dominación de la burguesía ha sido destruido, pero esto no nos conduce de ningún modo a postular la idea de que el carácter del Estado ya no sería el mismo que anteriormente. Sería trágico engañarse después de las experiencias que acabamos de vivir.
Al plantear el problema en sus verdaderos fundamentos, podemos darnos cuenta en definitiva de que, al término de la evolución histórica que conduce a la sociedad comunista y que prebudía, las leyes de la evolución son las mismas que existen en el comunismo primitivo y en el curso de todas las fases sucesivas. La destrucción de la clase explotadora no suprime ni la division de la sociedad en clases, ni la diferenciación entre los trabajadores, ni la necesidad del Estado. El problema es éste: la tendencia de la evolución económica, así como la base inisma de la sociedad comunista del futuro ¿obedecerán a las leyes de la centralización máxima de la producción, de su sometimiento a un plan minuciosamente estudiado, o bien a las leyes de la descentralización, a una vida económica parcelaria? No cabe ninguna duda. Ante las gigantescas instalaciones industriales, estos formidables progresos económicos, no hay otra solución que una disciplina centralizada de toda la producción. Lenin, en su polémica con Kautsky, dijo cosas definitivas y que recuperan completamente el pensamiento de Marx sobre este tema. En efecto, la centralización no se opone de ningún modo a la libre expresión de las iniciativas individuales y no supone necesariamente la coacción. La disciplina que de ebla resulta consiste en la adhesión, la canabización de todas las energías en el conjunto de la industria planificada.
La destrucción de la clase explotadora deja en pie la diferenciación de clases y el Estado sigue siendo necesario hasta la maduración de las condiciones reales para la sociedad comunista. Por otra parte, la tendencia que conduce a la sociedad comunista es la que se desprende de la evolución económica misma y que conduce a una centralización creciente de la producción. El Estado persiste tras la destrucción del capitalismo puesto que esta destrucción no significa la desaparición de las clases. Del mismo modo que desde sus comienzos el Estado ha tenido un carácter positivo y negativo, esto no cambía tras la victoria proletaria: instrumento necesarlo del progreso económico, amenaza permanentemente con desviar este progreso del beneficio de los productores contra ellos y hacia su masacre.
Los anarquistas evidentemenre perdieron toda razón de ser en el movimiento proletario después de que en España demostraron la "razón" de las críticas de Bakunin contra Marx convirtiéndose en ministros, generales, agentes de policía y violentos defensores del Estado catalán, superando en la masacre de obreros hazañas de Mussolini y Hitler. Pero esto no nos impide poner en evidencia esta noción: que hay que someterse a la necesidad del Estado incluso después de la victoria del proletariado, ya que su razón de ser existe en el orden de la producción, en la insuficiencia de ésta últirna en relación a las necesidades de los productores y en la incapacidad para reconocerlas determinada por la insuficiencia en las condiciones de la civilización.
Pero el Estado, a pesar del adjetivo "proletario", sigue siendo un órgano de coerción, sigue estando en oposición permanente y aguda con la realización del programa comunista, y es en cualquier caso la manifestación de la persistencia del peligro capitalista en todas las fases de la vida y de la evolución de periodo transitorio.
Para concluir con este punto, podemos afirmar que el Estado, lejos de poder representar a la clase proletaria, representa su antídoto constante y refleja que hay una oposición entre dictadura del Estado proletario y dictadura del proletariado.

La noción de la dictadura del proletariado

Marx y Engels no escribieron mucho a propósito de esta cuestión. Pero sería falso decir que no expresaron una opinión definitiva. Las experiencias vividas por el proletariado mundial les colocaron en la imposibilidad de tratar este problema de una forma orgánica y sistemática, pero todos sus escritos nos permiten guiarnos en este tema.
Si bien es cierto que la idea de dictadura es inseparable de la noción de coerción, es igualmente cierto que si ésta coerción se realiza con los sistemas que le gustan el capitalismo, tendríamos una dictadura esencialmente burguesa, con un nombre y una bandera proletarios. Sería inútil querer diferenciar la dictadura capitalista y la del proletariado basándose únicamente en los medios que una puede utilizar a los cuales la otra no debería recurrir. Evidentemente hay medios que son propios del capitalismo y que repugnan al proletariado, como la violencia, pero comprendemos que en ciertos momentos y particularmente durante efervescencias revolucionarias, no hay otra solución que la violencia. Trataremos de este problema más específicamente a continuación. Por el momento nos basta con recordar que Marx habió de la violencia como "partera" de la historia y no como un medio que permite solucionar los problemas de la vida social.
La idea de la dictadura es inseparable en su esencia mismo de la idea de la clase. Aplicarla a la burguesía es explicar su dominación sobre los trabajadores. Aplicaría al proletariado es hacerla coincidir con su misión, su programa en el orden económico, político y histórico. Toda desviación que se manifieste en cualquier instante del periodo de transición entre dictadura y misión del proletariado es un atentado directo contra la idea misma de la dictadura. Cuando, por ejemplo, Trorski -y de una forma un poco mitigada Serge- para justificar Kronstadt dicen: por un lado estaba el Estado proletario, por otro los insurrectos entre los que había muchos obreros, pero donde los hios estaban movidos por los reaccionarios al acecho de un movimiento de restauración burguesa, llegan a la conclusión de que así era como debía actuar la revolución (Trotski), o estarla forzada a actuar (Serge); en realidad nos encontramos en presencia de una alteración total de las ideas que deben predominar en la gestión del Estado proletario. En efecto, el problema se plantea de la siguiente manera: ante un levantamiento producido por el hambre, si el proletariado recurre a los mismos medios que un Estado burgués, sufre una transformación y su substancia se convierte en burguesa.
El problema se plantea pues así para nosotros. Se producen circunstancias en que un sector proletario -y nosotros concedemos incluso que haya sido la víctima inconsciente de las maniobras del enemigo pasa a la lucha contra el Estado proletario ¿Cómo hacer frente a esta situación?
PARTIENDO DE LA CUESTION PRINCIPAL DE QUE NO ES POR LA FUERZA Y LA VIOLENCIA COMO SE IMPONE EL SOCIALISMO AL PROLETARIADO. Más valía perder Kronstadt que mantenerlo desde el punto de vista geográfico, cuando esta victoria fundamentalmente no podía tener mas que un resultado: el de alterar las bases mismas, lo fundamental de la acción Ilevada a cabo por el proletariado. Ya conocemos la objeción: pero la pérdida de Kronstadt había sido una pérdida decisiva para la revolución, tal vez incluso la pérdida de la revolución. Aquí llegamos al punto clave. ¿Cuáles son pues los criterios de análisis? ¿Los que surgen de los principios de clase o los que entresacamos del juego de las situaciones? Más concretamente: ¿los que nos llevan a considerar que más vale que los obreros cometan un error, incluso mortal, o los otros que prefieren saltarse los principios pues después los obreros se lo agradecerán aunque hayan sido defendidos por la violencia?
Toda situación hace aparecer dos tipos opuestos de criterios que Ilevan a dos conclusiones tácticas diferentes. Si nos basamos en la yuxtaposición de formas llegamos a la siguiente proposición: tal organismo es del proletariado, hay que defenderlo porque es así, incluso aunque por ello debamos destrozar un movimiento obrero. Si por el contrario nos basamos en la yuxtaposición de fondo, llegaremos a conclusiones opuestas: un movimiento proletario que está manejado por el enemigo lleva en sí mismo una contradicción orgánica que opone a los proletarios contra sus enemigos; para hacer estallar esta contradicción hay que hacer un trabajo de propaganda y EXCLUSIVAMENTE de propaganda entre los obreros, que en el curso de los acontecimientos, recobrarán ellos mismos la fuerza de clase que les permita romper el juego del enemigo. Pero si por casualidad fuera vcrdad que lo que realmente está en juego en tal o cual acontecimiento es la pérdida de la revolución, es cierto que la victoria obtenida por la violencia sería no sólamente ocultar la realidad, (acontecimientos históricos como la Revolución rusa jamás dependen de un episodio y el aplastamiento de Kronstadt no puede haber sabvado la revolución más que para las mentalidades superficiales), sino que determina la condición para la pérdida efectiva de la revolución: el ataque a los principios no se queda localizado, sino que se generaliza a todos los ámbitos de la actividad del Estado proletario.
Esta digresión nos permitirá avanzar más rápidamente en la precisión de las caracteristicas de la dictadura del proletariado. Trastadando el problema al de la dictadura de la clase proletaria, debemos pues indicar cuales son los objetivos y la misión del proletariado, en qué terrenos se sitúan y a través de qué organismos.
1. En el orden económico.
Deducir de la tesis de que el socialismo es el hijo natural de la industrialización de la economía, el corolario de que los obreros deben, por su propio interés, aceptar los sacrificios necesarios para la construcción de una economía industrial altamente desarrollada, sería poner una bandera roja a los principios que dirigen la economía capitalista, cuyos defensores no dudan en afirmar que el aumento de la producción es provechoso sobre todo para los obreros. El proletariado sabe que hay una clara oposición entre la acumulación de la plusvalía y la parte del valor del trabajo que se le atribuye en forma de salario. Esta oposición permanece a lo largo del periodo transitorio y no tendrá fin mas que en la sociedad comunista. El polo de concentración de la plusvalía es el Estado cuyas leyes conducen INEVITABLEMENTE a acumular beneficios en detrimento de los trabajadores. No hay antídoto posible aparte del de la clase, puesto que la oposición nos coloca entre dos elementos conflictivos. Además, la experiencia rusa es definitiva:
Stalin representa (en el terreno económico igualmente) una ruptura con los postulados proletarios. Y los planes quinquenales que Ilegaron a realizar una gigantesca transformación industrial, representan al mismo tiempo el empobrecimiento miserable de los trabajadores.
Ante un Estado cuyo evolución NATURAL es oponerse a la progresión económica de los trabajadores no queda otra solución mas que la existencia de organizaciones sindicales con todos sus derechos y su independencia orgánica respecto al partido y al Estado, y el derecho de huelga.
2. En el orden político.
Aquí está el terreno específico de la acción del proletariado, aquí es también donde se manifiesta concretamente el significado de la formula de la dictadura del proletariado. Este, en efecto, no tiene ningun objetivo en lo que concierne a la naturaleza de la evolución económica: la industrialización conlleva la inevitabilidad del triunfo del socialismo.
¿Cuál es pues la misión del proletariado? De alguna forma aquí estamos ante una cuestión de principio. No hay nada que demostrar puesto que la fórmula contiene ya la solución. Pero las interpretaciones que se han hecho imponen precisiones minuciosas.
Subsistiendo las clases incluso después de la victoria proletaria, es un cambio profundo de contenido lo que marcará la oposición con el régimen burgués. En lo que concierne a las clases explotadoras, dejan de existir -en la realidad social- tras la socialización de los medios de producción y la supresión de la propiedad privada, pero continúan existiendo en forma potencial: estas son el espectro que acecha en todo el periodo de transición. Los errores inevitables de la gestión económica y política del proletariado determinan la condición objetiva que puede hacer que nazca un movimiento de restauración burgués.
La dictadura del proletariado no se desarrolla en condiciones de libertad y ello a causa de la persistencia de las clases en el interior de las fronteras, sin contar con los regimenes capitalistas que existen en los otros países. Es decir, que un error está viciado desde su punto de partida y sobre todo en sus consecuencias, por las condiciones de hecho y la existencia de un polo que puede canalizarlas hacia una evolución capitalista. Y ello justifica la solución dictatorial. Es evidente que a la larga, las premisas económicas (persistencia de las clases) no sólamente hacen inoperante toda medida dictatorial, sino que amenazan al Estado que recurre a ellas con una metamorfosis que lo encaminaría hacia su desembocadura natural que es la de oponer la violencia o la amenaza a los obreros que quisieran sustraerse a las leyes de la acumulación. Pero nosotros tenemos a la vista un periodo de transición para el cual las medidas dictatoriales son perfectamente válidas. En definitiva se trata de arrebatar al capitalismo la posibilidad de explotar las consecuencias de los errores inevitables de la gestión proletaria y de dejarte al campo de estos errores manifestarse en el ámbito de la clase proletaria. Es en esto pues, en lo que se justifica la dictadura del proletariado, no obstante con dos limitaciones:
1o Que la violencia sólamente se justifica en periodo de efervescencia revolucionaria y de ningún modo después. Y creemos que aquí hay que precisar que el socialismo, que desde su aparición había inscrito en su programa la absolución de la pena de muerte, debe aplicar este objetivo incluso a sus enemigos de clase en el transcurso del periodo normal de su gestión, y ello a través de la justicia represiva de los órganos del Estado.
2o Que jamás se identifican los movimientos obreros con las maniobras de la restauración enemiga. En este aspecto nos remitimos a las explicaciones que hemos dado hablando de Kronstadt, que los comparamos evidentemente con los movimientos de Makhno y en general, con todos en los cuales estaban implicadas agrupaciones de obreros, cualquiera que fuera su etiqueta. Jamás, pues, se aplicará la violencia contra los trabajadores y estará mucho menos justificada una vez esté el proletariado en el poder.
Dicho esto, queda por examinar el problema específico del movimiento obrero en el que actúan una infinidad de corrientes y SOLO una representa los intereses reales del proletariado. Y aquí, sin ninguna duda, todas estas corrientes expresan indirectamente el interés del enemigo, adhiriéndose indirectamente a los regimenes capitalistas que existen en el extranjero y directamente con todas las organizaciones de clase intermediarias, y principalmente, con la burocracia estatal. Pero de nuevo aquí la proposición: "yo (el partido de clase) soy el proletariado, el resto (social-democracia, anarquismo, etc.) es el enemigo"; se transforma inevitabilmente en esta otra: "yo (el partido del proletariado) pierdo mi contenido para adquirir uno capitalista desde el momento en que, para evitar la influencia del enemigo, recurro a los medios dictatoriales que son propios del capitalismo".
La emancipación de los trabajadores sera obra de los trabajadores mismos dijo Marx, y esta frase central del socialismo es para nosotros algo más que un concepto para justificar las novatadas de los trabajadores que siguen otras concepciones: REPRESENTA EL PRINCIPIO FUNDAMENTAL DEL PROLETARIADO. Nosotros que somos sumamente intransigentes en cuanto a la defensa de nuestras concepciones y que no admitimos ningún compromiso con otras corrientes puesto que las consideramos nefastas para el curso de la formación del partido de clase, también somos de la opinión de que todas las demás concepciones representan un nivel en la formación de la organización de clase de los obreros, cuya existencia manifiesta siempre el estado incompieto de la obra del partido de clase, cuando no manifiesta, además, un error táctico o de principios del partido. Nuestra posición concluye pues en la fórmula de que el proletariado mismo, formando en su seno el partido de clase, desempeña también la labor de timpieza de todas las infecciones enemigas, cualquiera que sea el nombre que pueden llevar. El proletariado en el poder no puede intervenir mas que con un dispositivo (que además debe tener un carácter de clase) anclado en los organismos unidos directamente con el mecanismo económico, mecanismo que ya hemos dicho que está accionado por un Estado cuya lógica de desarrollo es ir en contra de las reivindicaciones y del programa del proletariado. Este dispositivo no se puede encontrar mas que en los sindicatos, órganos específicos de clase, sensibles a las reivindicaciones inmediatas y parciales de los obreros. Todas las corrientes que actúan en el seno de la clase obrera encontrarán en el sindicato una piedra de toque. Por un lado estarán forzados a poner en relación su política con una base de clase; por otro lado las fracciones sindicales del partido del proletariado encontrarán en estas luchas el alimento indispensable no sólamente para su progreso sino también para salvaguardar su naturaleza comunista.
La libertad de las fracciones sindicales debe ser total. Estas fracciones deben no sólamente poder llegar a la cabeza de la dirección central, sino también poseer la libertad de prensa, de reunión, de mitin, sin ninguna restricción.
En resumen, la dictadura del proletariado significa pues la exclusión de todos los derechos a la burguesía, la obligación de todas las corrientes activas en el seno de la clase obrera de manifestarse únicamente en el seno de las organizaciones sindicales.

La dictadura del partido del proletariado

Las consideraciones precedentes nos permiten tratar rápidamente este aspecto del problema. Para nosotros la dictadura del proletariado es la dictadura de su partido de clase, dictadura que se manifiesta fuera de toda intervención violenta con respecto al proletariado y sus agrupaciones.
Ya hemos explicado la necesidad de esta dictadura. Dado que la producción economica permite que subsistan las clases, es indispensable descariar de la situación el polo burgués de concentración de los errores de la gestión proletaria tanto desde el punto de vista económico como político.
En definitiva, la conquista del poder por el proletariado no hace mas que plantear una hipótesis sometida a la verificación de los acontecimientos. El proletariado se afirma como protagonista de la renovación de la sociedad alrededor de un programa que representa la selección de una serie de datos fundamentabes consagrados por la lucha obrera en los diferentes países. La evolución política confirma una posición fundamental del marxismo: podemos asistir a traiciones, compromisos, abandonos de individualidades o grupos, pero hay una continuidad de hierro en cuanto a las posiciones políticas y es en definitiva un programa único el que acompaña, expresa y guía la obra de emancipación del proletariado, tendiendo a la construcción de la sociedad comunista. El carácter monolitico del programa constituye la premisa de la necesidad del partido único del proletariado.. Es verdad que una vez tomado el poder, mil peligros amenazan al partido que detenta el control del Estado, y que aquel puede usar este último para imponer la adopción de la política que defiende. Pero la persistencia de las organizaciones de clase del proletariado y en su seno la libre expresión de todas las corrientes, representan un contrapeso capaz de preservar al partido de la degeneración.
El proletariado, tomando el poder, afirma también que es en el mareo ideológico de la acción proletaria donde se desarrollará la acción que tiende a la revolución mundial y la llegada de la sociedad comunista. En su seno deberá estar asegurada la libertad a todas los fracciones que expresen divergencias, reacciones, a la política del partido. Y aquí, todavia más que en lo que concierne a los organizaciones sindicales, no sólamente no puede tolerarse ningún recurso a la violencia, sino que -sobre la base del centralismo orgánico- no puede ser admitido ningún ataque a las formaciones de base por los órganos centrales del partido. Todo el mecanismo del partido debe poder funcionar de una manera totalmente libre y debe darse margen a la formación de fracciones que serán provistas de los medios financieros necesarios para su expansión en el mismo partido.
El curso de los acontecimientos pondrá a prueba la candidatura que el partido haya presentado, así como la naturaleza política de las fracciones que se mueven en su seno. Es posible que, como fue el caso de Rusia en 1920-21, una vez más, el partido del proletariado se halle ante este dilema: o bien arriesgarlo todo por permanecer firme en los principios proletarios, o bien examinando la necesidad de un respiro- atacar los principios y permanecer a pesai- de todo en el poder. Hay que entenderse en un punto de gran importancia. No se trata de ninguna forma de cievar a cuestiones de principio problemas que pueden reducirse a cuestiones secundarias frente a las cuales el dilema final no se presente. Pero cuando los problemas fundamentales intervienen no es posible ninguna vacilación y es míl veces mejor arricsgar la batabta con la certeza de ser batidos que permanecer en el poder imponiendo una derrota a los principios proletarios.
Es aquí donde se plantea el problema de la violencia. Es cierto que en la polémica Lenin-Kautsky se produjo una deformación debido a las circunstancias políticas de la época. La negación de Kautsky de la violencia iba acompaúada de la reivindicación de la democracia y nosotros sabemos lo que es la democracia que hoy pagan con su sangre los trabajadores espaitotes, después de que el capitalismo alemán y italiano haltaran en el juego desenfrenado de esta democracia la posibilidad de disolver la amenaza revolucionaria y de ametrailar a los proletarios revolucionarios. Lenin no era el apóstol de la violencia a la que Kautsky se negaba, sino que era el portador de la ciencia revolucionaria marxista que destruía todas las hipocresías de la democracia y reedificaba la teoría de la dictadura del proletariado. El clima en el cual se desarrolló esta polémica y las luchas de clases de la época hicieron surgir en casi todos los comunistas la idea de que la violencia podía resolver los problemas políticos. La idea de Lenin: nosotros tenemos el Estado en nuestras manos, nosotros podemos permitirnos pues, la NEP y mañana podremos quitarles a los capitalistas lo que hoy les demos, forma parte de esta mistica de la violencia que los acontecimientos han desmentido totalmente. Por sí misma la NEP no representa una transgresión de los principios comunistas, ya que no hace mas que revelar una situación social no pemitiendo el ostracismo con respecto a todas las formas no-socialistas de la gestión económica, y en este sentido, debe ser plenamente reivindicada por los marxistas. Pero lo que hay que rechazar de la NEP es su idea central: se da hoy con la perspectiva de retractarse mañana. No, no hay interrupción posible entre lo que se hace y lo que se hará. Hay una continuidad en el riempo y hay que ser comunista hoy par poder serlo mañana también. Admitir una concesión económica a los capitalistas, reemplazar las requisiciones por el impuesto natural, en una palabra liquidar el comunismo de guerra y conseguir la legalidad de las formaciones económicas correspondientes a la immadurez socialista del estado económico, no es mas que un conjunto de medidas que no sufre ninguna crítica deade el punto de vista marxista. Pero se trata de otra cosa cuando se considera que estas formaciones económicas pueden convertirse en eslabones de la economía socialista. Eso es contrario a los principios del comunismo. Y seria inútil, incluso extremadamente peligroso, recurrir a un juego de palabras afirmando que puesto que estas medidas restauran la vida económica, son beneficiosas para la evolución socialista. ¡Sí! lo serán, pero con la condición de identificar bien su naturaleza que se opone al socialismo, amenaza a la dictadura del proletariado. La experiencia de 1920-21 está ahí por otra parte para dar un aspecto concreto e indiscutible a estas cuestiones. La NEP va acompañada no sólamente por la idea de que estando vencido el proletariado mundial hay que dirigirse hacia la explotación de las divergencias que oponen a los estados capitalistas, sino en el terreno interno por la idea de la liquidación de los organismos sindicales; con Kronstadt, con la subyugación del proletariado al curso de la NEP. Otra cosa habría sido al, en lugar de afirmar como lo hizo Lenin, que el socialismo podría beneficiarse del resurgimiento del capitalismo, se hubiera declarado que este resurgimiento era inevitable y se hubiera alertado contra él al proletariado y sus organizaciones, y en primer lugar a los sindicatos.
En una palabra, la mistica de la violencia debe ser rechazada de arriba abajo. La alternativa que se plantea a través de la violencia no está entre el éxito probable y la derrota inevitabte que resultaría si no se recurriera a ella. La alternativa está ente el programa del proletariado y la alteración que de él se hace al se recurre a la violencia. No hay ninguna derrota más aguda e iremediable que la que acarrea el enemigo metamorfoseando los órganos del proletariado y encomendando al partido del proletariado la aplicación de sus propios métodos.
Las reIaciones internacionales del Estado proletario

Este aspecto del problema es más fácil de tratar porque nos ha sido posible definir la noción de la dictadura del proletariado pudiendo identificarla con la de la dictadura del Partido proletario aunque opuesta a la de dictadura del Estado proletario. Es evidente que en este terreno también la tendencia NATURAL del Estado proletario es entrar en el engranaje del sistema de otros Estados capitalistas y poder así expansionarse libremente. Pero de la misma forma que el Estado proletario proscribe toda posibilidad de desarrollo a la burguesía derrotada, ésta hace lo mismo a escala mundial respecto al Estado obrero. Este Estado estaría privado de establecer relaciones con otros Estados. Desde el punto de vista político, sólamente el hecho de que se establezean relaciones con los Estados capitalistas choca de frente con el programa proletario. Desde el punto de vista económico, no es necesario en absoluto tener representaciones diplomáticas para todas las cuestiones de orden comercial. Para estas cuestiones hay que tomar otra medida de salvaguardia. En casi todos los países existen organizaciones económicas de carácter de clase, es decir, las cooperativas. Bien sabemos que éstas no están sujetas al control proletario y que son un semillero de oportunistas. Pero su carácter de clase se presta más a las relaciones comerciales con el Estado proletario que los trusts capitalistas. Por otra parte es cierto que el hecho de confiarles a ellos la integridad de las relaciones económicas con el Estado proletario es natural que permita un levantamiento de derecho de fiscalización y de las iniciativas de los trabajadores.
Esta cuestión de la actividad del Estado proletario más allá de las fronteras es secundaria con respecto a la de las relaciones del partido del proletariado con los partidos de clase de otros países. Aquí está el eje de la cuestión. Para nosotros que consideramos que la conquista del poder en un país no es un acto comunista sino a condición de considerarla como un cpisodio de la lucha mundial del proletariado, sólamente a la Internacional se le puede confiar la dirección política del partido que esté en el poder; a una internacional que, lejos de hacer jugar las leyes del número que determinarIan inevitablemente la hegemonía del partido en el poder, se deberá dejar guiar por el peso específico de los diferentes proletariados y por una representación de delegaciones de partidos, lo que asegurará la mayoría a las clases obreras pues por el hecho mismo de que siempre son el bianco de los ataquca capitalistas, mantienen un instinto de clase mucho más firme. Esta advertencia tan pertinente que hizo Bordiga en su momento, debe ser considerada en todo su valor.
Unas palabras para concluir. Se podría decir que todas las medidas preconizadas actualmente están destinadas al fracaso, como fue el caso de una obra por otra parte, genial: El Estado y la Revolución de Lenin. Su autor se encontró en la imposibilidad de respetar las conclusiones que había defendido. Hay que entenderse. En un principio Lenin, en el período heroico de la revolución rusa se inspiró en estas consideraciones. Luego ¿a qué viene ese escepticismo de los eternos "realistas"? En estas condiciones sólo habría que hacer una cosa: proclamar que el programa y la idealidad comunistas no son más que palabras, que la realidad bien se encargará de enviarlas a las nubes. No es esta nuestra opinión y estamos apasionadamente seguros de tener razón.

ottorino PERRONE

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