domingo, 18 de septiembre de 2011

Manifiesto del Buró internacional de las Fracciones de izquierda-octubre-1938-0400

Octobre no 3, abril 1938

Manifiesto del Buró internacional de las Fracciones de izquierda

¡Contra la guerra imperialista!
¡Por el derrotismo revolucionario!
¡Por la revolución mundial!


¡ProIetarios de España!
¡ProIetarios de Francia!
¡Proletarios del mundo entero!

"Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en una Santa alianza para conjurar este fantasma" (Manifiesto comunista, febrero 1848).
En 1848 la vieja Europa se unió para conjurar el espectro del comunismo. En 1938, la vieja Europa se une de nuevo contra esta persistente obsesión. Vana esperanza, pues el Comunismo reaparece cada vez más amenazante y la producción de guerra, el único mercado que le queda abierto al capitalismo, sufre a su vez las leyes antagónicas del régimen: por un lado, los medios de destrucción no hacen más que acumularse, mientras que, por otro lado, los millones de proletarios esclavizados a traición por la producción de guerra, no reciben mas que una parte insignificante del valor del trabajo que consagran a forjar los instrumentos de su destrucción, mientras que la industria de consumo, la única que responde a las aspiraciones de la humanidad, se convierte, en realidad, en el apéndice de la industria de guerra y se degrada cada vez más con la introducción de los sucedáneos.
En otro tiempo, los contrastes del régimen encontraban en las crisis cíclicas y las guerras de expansión en las colonias los elementos reguladores que abrían a la burguesía nuevas y amplias perspectivas de explotación y dominación. Actualmente, las guerras de Etiopía, de España y de China, aparecen como recursos que no tienen otra facultad que la de acumular todavía más materiales explosivos. En lo sucesivo, la guerra, localizada o generalizada, no puede resolver los conflictos resultantes de una producción que ha alcanzado proporciones incompatibles con el modo de distribución capitalista. Cada momento de la vida del capitalismo evoca, con la muerte cotidiana de miles de obreros en la guerra, el fantasma del comunismo: cada rama de la economía de guerra evoca este fantasma contra el que se unen todas las fuerzas del capitalismo mundial.

¡Proletarios!
La guerra de 1914-18 marcó el punto final de la fase de expansión del régimen capitalista; la decadencia de la sociedad burguesa colocó a los Estados "vencedores" ante la necesidad de proporcionar a los Estados vencidos los medios económicos, políticos y militares para derrotar al proletariado revolucionario, que ante la dislocación del aparato capitalista de estos países, podía encontrar una salida hacia el desarrollo de estos movimientos insurreccionales.
Así pués, sobre los cadaveres de los espartaquistas y los de la revolución alemana de 1923, los verdugos social-demócratas hacen la cama al fascismo. En el ámbito diplomático, en la Sociedad de las Naciones se representaba la comedia pacifista del desarme. Los unos, arguyendo que el desarme pasaba porta seguridad y el arbitraje, se rearmaban "a la espera" de que tal seguridad existiera. Los otros, pretextando la imposibilidad de asegurar la seguridad sin el desarme, se proponían demostrar la inevitabilidad de su propio rearme. Y la conferencia del Desarme mantenía la utopía de controlar y limitar la producción de guerra. Pero las leyes que gobernaban el funcionamiento de la economía capitalista debían, en la exasperación de la crisis. mundial, demostrar la inanidad de este absurdo proyecto y, uno tras otro, todos los tratados interimperialistas se disgregaron para asignar finalmente a las armas un lugar preponderante enta actividad social. Cuando sonó la hora de la masacre en España y en China, el capitalismo se abalanzó hacia estos mercados de guerra, ya sea para lanzar sobre ellos armas y carne de cañón (Italia, Alemania, URSS), ya sea para dar salida a las materias primas y el capital (Inglaterra, Francia, USA). Buena ocasión también para la burguesía mundial de manifestar su solidaridad de clase.
Cuando en agosto de 1936 el "socialista" Blum tomó la iniciativa de crear el Comité llamado de "no-intervención., se trataba de una medida que respondía a los intereses de clase del capitalismo. El "comité de los negocios" de la burguesía mundial vetó por la defensa del régimen y todas las mascaradas de control, en definitiva, no tuvieron más que un fin: permitir a los diferentes capitalismos desviar y engañar a los proletarios; ocuttar la situación real a la que habían tanzado a los obreros: su masacre en España y en China, su adhesión al pieno desarrollo de la economía de guerra en todos los países.
En Alemania e Italia, donde la economía de guerra no dejaba mas que un margen infimo a la industria de consumo, Hitler y Mussolini sustituyeron la mantequilla por cañones al grito de "la guerra contra el bolchevismo" en España y la "reparación de las injusticias de Versalles".
En Francia, al grito de "arrnas y aviones para España", el capitalismo pudo romper la ola de huelgas. Inmediatamente después, los proletarios fueron conquistados por la idea de que su suerte dependía de la masacre de sus hermanos de clase erigidos en "fascistas".
En Rusia, había llegado la hora en que la evolución económica exigía pasar a la masacre de todos los que, habiendo participado en la revolución de Octubre, podían representar para las masas el estandarte que les hiciera oponerse a su ignominiosa explotación, haciéndoles recordar el camino de clase para defender, con sus intereses inmediatos, la causa de la revolución rusa y mundial. Al grito de "no pasarán!", de la intervención activa en España, Stalin pudo proceder a los asesinatos sucesivos de los artífices de la revolución de Octubre.
En España, a las carnicerías en los frentes militares, se añade, por ambos lados de la barricada, una reacción feroz dirigida contra los obreros que no se pliegan a las necesidades de la Unión Sagrada.

¡ProIetarios!
Al mismo tiempo que los bandidos imperialistas daban vida a la Sociedad de Naciones, los proletarios rusos que en Octubre de 1917 habían destruido el aparato de dominación del capitalismo, el Estado, fundaban con las minorías proletarias de los diferentes países la Internacional cornunista, el instrumento llamado a dirigir la revolución mundial.
El proceso que conducía a la constitución de la Internacional se oponía enérgicamente al otro que concluía con Versalles. Esta oposición, que era el eje de todas las situaciones posteriores, podía conducir a la victoria mundial del proletariado: las batallas revolucionarias de 1923 en Alemania, de 1927 en China, las luchas gigantescas que agitaron todo el periodo de la post-guerra.
Pero no fue así, e inmediatamente después de su fundación, la Internacional Comunista, adoptando una política que en absoluto correspondía a la que llevó a los obreros rusos a la victoria en Octubre de 1917, cayó en una doble cadena de concesiones políticas: compromisos en el interior de cada país con los traidores de ayer, bajo el pretexto de aumentar las posibilidades materiales. En el terreno internacional, el Estado proletario contaba con afianzar su defensa, en lo sucesivo, sobre la explotación de los conflictos interimperialistas, en razón del reflujo revolucionario en los otros países.
Pero las batallas revolucionarias que se creían concluidas cuando se vio el compromiso como una necesidad, volvieron a aparecer enseguida, en tanto en Alemania y en China, la Internacional del frente antiversalles, en lugar de constituir el frente proletario para el asalto del poder bajo la dirección exclusiva del Partido de clase, reivindicó la coalición con la socialdemocracia, la lucha anti-imperialista y la unión con el Kuomingtang. De ahí, la contraposición: los obreros rusos, puesto que permanecieron en su terreno de clase, ganaron la batalla de 1917, mientras que los obreros alemanes y los trabajadores chinos, arrastrados al frente opuesto, perdieron la batalla y de su derrota surgieron Hitler y Chiang-Kai-Check.
El hilo conductor de la historia empalma todas las derrotas proletarias. El error inicial de la IIIa Internacional, que se afirma como una fatalidad histórica, desarrolla la cadena de otros "errores" que conducen a la hecatombe de los proletarios.
La oposición entre Octubre de 1917 y la situación actual viene expresada por la oposición entre los bolcheviques internacionalistas y los agentes del capitalismo: fascistas, demócratas, centristas, anarquistas, trotskistas y "comunistas de izquierda". Los proletarios que luchan hoy contra la guerra imperialista, por la fraternización y el derrotismo, son los únicos que siguen unidos a los internacionalistas de 1917. Por el contrario, los que, consciente o inconscientemente, encubren o ignoran las faltas garrafales, se alinean con el enemigo, se convierten en sus agentes e instrumentos de la confusión ideológica que permite al fascismo y al Frente popular oponer el escollo sangriento de la guerra contra la marcha hacia la revolución.

¡Proletarios!
El capitalismo ha logrado pulverizar vuestra conciencia de clase y poneos ante la imposibilidad de discernir, en la amalgama de ideologías burguesas, lo que responde verdaderamente a vuestros intereses, que es vuestra propia obra, edificada en el seno de las fracciones de izquierda. Las banderas enarboladas en vuestras manifestaciones y luchas son levantadas por agentes del capitalismo que desvían vuestras batallas de sus objetivos de clase. Cuando llega el momento de consumar la traición, como en España, repiten las acciones de 1914 y os llaman a matar a vuestros hermanos. Los socialistas os aturden con sus llamamientos para la ayuda a los republicanos de España, explotan vuestra legitima indignación contra los bombardeos de mujeres y niños para conseguir por la fuerza vuestro consentimiento a la masacre de trabajadores marroquíes, italianos y alemanes; para ocultaros mejor las víctimas de las represiones del Frente popular en Barcelona; para que os limitéis a una desaprobación platónica de los asesinos de Moscú, que deben permanecer en el frente único de la "guerra antifascista". "¡Silencio en las filas!", ésta es la consigna que explotan los asesinos centristas para continuar tranquilamente su tarea homicida en Rusia.
Los trotskistas depositan su ofrenda sobre el altar de la patria capitalista: "Cumplid con vuestro deber en la lucha contra Japón", dijeron a los trabajadores chinos; "porque de la derrota de Japón surgirá la revolución en China" (!).
Los anarquistas de nuevo solicitan con insistencia carteras ministeriales en la Unión Sagrada de Barcelona, a despecho de la masacre de numerosos obreros y campesinos que han caído víctimas de una ideología contra-revolucionaria.
Los "Comunistas de izquierda’., a quienes la situación no pone todavía en primer piano, participan en el concierto de los traidores. AIlá donde la guerra no ha entrado en acción, ellos son la "anti-defensa nacional", pero allá donde la guerra arrasa cientos de millares de obreros, son unos intervencionistas empedernidos, pues para ellos la revolución no es la negación de la guerra antifascista, sino que sería la hija legitíma de la "victoria" contra los fascistas.

¡ProIetarios!
Las fracciones de izquierda, al trabajar en un terreno propicio a la fecundación de las posiciones de clase, fueron los únicos organismos que desde julio de 1936 alertaron al proletariado español sobre el significado real de la guerra antifascista.
Inspirados en los criterios decisivos de la revolución rusa para desgajar mejor una crítica implacable de los inevitables errores de los bolcheviques ejercida por los acontecimientos mismos, las Fracciones de izquierda estaban en condiciones de poder denunciar la naturaleza imperialista de la guerra de España, pues ésta no se orientaba hacia la destrucción del Estado capitalista sino más bien hacia su consolidación contingente, caracterizada por las "socializaciones" y los golpes temporales a la propiedad privada.
No es casual que sólo las fracciones de izquierda se mantengan en pie en medio del hundimiento de las organizaciones que, tras haber pertenecido al proletariado, ya no son mas que piezas del sistema capitalista. Solo ellas aseguran, hoy en día, la continulidad de la vida proletaria y no flaquearán en su tarea de ser la expresión de la clase revolucionaria hasta que la situación permita de nuevo a las masas proletarias pasar a la lucha insurreccional por la destrucción del Estado capitalista.

¡ProIetarios de España!
Desde hace casi dos años, cada batalla es una hecatombe de vuestras vidas, cada punto de España está regado con vuestra sangre. Para conquistar Teruel ha sido sacrificada la parte más ardiente de vuestra clase.
Desde hace casi dos años vuestros cadáveres se esparcen por los campos y las ciudades de España, al grito de "muerte a los fascistas" o "muerte a los rojos". Millares de los vuestros han caído mientras generales, ministros, fascistas, creadores del frente popular, explotaban vuestros sacrificios estériles.
Del mismo modo, el capitalismo internacional especulaba con vuestros cadáveres para intensificar su producción de guerra y cimentaba en todos los países la unión sagrada.
Arrastrados al ciclón de la guerra, ha faltado la solidaridad real del proletariado internacional, porque también él ha sido aprisionado por el capitalismo creyendo que vuestra salvación no dependía de su lucha contra cada burguesía nacional, sino de hacer bloque con ella a fin de asegurar la victoria militar de una u otra de las dictaduras capitalistas.
Las Fracciones de la izquierda comunista que se han mantenido fieles a los principios del internacionalismo y que los agentes del capitalismo han condenado, eventualmente, a la impotencia, os saludan, trabajadores españoles, los que sufrís la más cruel de las experiencias del proletariado internacional, pero de la que saldrán lecciones decisivas para la revolución.
¡ProIetarios de Francia!
En España fue breve el periodo que permitió a los obreros luchar en un frente de clase. Inmediatamente surgió la carnicería imperialista que todavía hoy dura y a la que el proletariado sólo puede responder con la fraternización de todos los explotados por una lucha común contra toda la clase capitalista.
Las circunstancias particulares que predominan en la evolución del capitalismo francés le imprimen una cadencia mucho menos brutal. Por ello asistís actualmente al encabalgamiento de dos cursos contradictorios: uno que teniendo como fuente vuestras reivindicaciones inmediatas y las luchas que lleváis a cabo por ellas, se dirige contra el Estado y un aparato gubernamental cualquiera que sea su etiqueta; y el otro, que desvía estas mismas reivindicaciones de sus objetivos de clase para soldarlas a la guerra imperialista de España y a la producción de guerra.
Depende de vuestra clarividencia política que vuestras batallas os lleven a la liberación y no al exterminio.
Desde 1936 el capitalismo os ha hecho creer que el Frente poputar es el arma de vuestra salvación, que las fronteras de la República burguesa son vuestras propias fronteras, que la Marsellesa es el himno de vuestra liberación, que los "cañones por España" conducen, no a la masacre de vuestros hermanos de clase, sino a la liberación de los trabajadores españoles.
Esa terrible mistificación parece haber logrado su objetivo. En cada ocasión sois víctimas del chantaje que ejerce sobre vosotros el capitalismo: para mantener "vuestro" gobierno en el poder vosotros debéis alterar vuestras reivindicaciones, subordinar vuestro sindicato al Estado, tolerar el funcionario policial que vigilará los escrutinios para la huelga y fichará a los "instigadores", abandonar vuestros actos sacrilegos respecto a la propiedad privada, renunciando a ocupar las fábricas, dando vuestra colaboración entusiasta a la economía de guerra. Y cada vez que, bajo la presión de los traidores, cedéis al chantaje aceptando el pacto que consiste en subordinar vuestro nivel de vida al mantenimiento del gobierno de Frente popular, se dan las condiciones para que el capitalismo, o bien se decida a lanzar una ofensiva abierta contra vuestra clase, poniendo en acción el parapeto del Frente popular, o incluso bajo su dirección incustre todavía más este Frente popular en la Unión sagrada bajo el signo de su gobierno de "unanimidad nacional" o de "salud pública".
Las vicisitudes de estos dos últimos años prueban que vuestra capacidad de lucha es grande y que el capitalismo dificilmente podría dar en el clavo si no recurriese a una dictadura disfrazada con la máscara del Frente popular.
¡Pero tened cuidado! ¡El enemigo acecha!". Lo que ha ocurrido además demuestra que vuestro frente de lucha, si sigue manipulado por movimientos sin salida, puede disiparse en el desaliento, agotando vuestras mejores energías y abriendo el flanco al ataque directo del capitalismo.
¡Una cosa importa!: Vuestras luchas reivindicativas no pueden sacarse del contexto social que les rodea. Dicho de otra manera, para adquirir una función de clase, deben unirse a la lucha contra la guerra, guerra que está haciendo estragos en España y en China, así como contra el mecanismo de guerra que el capitalismo os invita a llevar a cabo para machacarnos mejor en el futuro. Si no hacéis esto, la nación unificada. os absorberá para la guerra y dejaréis de ser la clase proletaria.
¡ProIetarios do todos los países!
¡Son numerosas las hipótesis para explicar las situaciones actuales, pero para el capitalismo no hay más que un enemigo, no hay más que una fuerza de salvación para la humanidad: el proletariado! Bien sea que asistimos a una ampliación de la tendencia que lleva a la localización de los conflictos imperialistas y a la generalización de pactos interimperialistas sobre la base de una solidaridad de los Estados "ricos" que se ejerce en beneficio de los Estados "pobres"; o bien que, después de la guerra italo-etíope, hayamos entrado en una verdadera conflagración internacional en que los Estados fascistas aparecerían actualmente como los vencedores mientras que, probablemente, todos sufrirían la derrota final, como fue el caso de 1914-1918. O bien que se trate hoy de un gran ensayo general de la próxima conflagración mundial. Ya sea, por último, que asistiéramos a una evolución del capitalismo mundial orientado, a través de la acción conjugada del exterior y del interior, hacia el establecimiento de regimenes de terror fascista en todos los países.
Para cada una de estas hipótesis los hechos demuestran, con marcas sangrientas, que el único reto en estas situaciones es el proletariado y la lucha que lleva a cabo por el comunismo. La violencia misma con que el enemigo debe pasar al ataque demuestra -con elocuencia- que las bases objetivas para el triunfo del socialismo están en el seno de la sociedad capitalista. Y no es posible ningún otro paralelismo entre las reacciones violentas de antaño y las que ensangrientan el mundo desde hace casi veinte años.
El capitalismo, que ha llegado a tener que regular las situaciones conjurando a los ciclones y a las tempestades, ya no puede dar marcha atrás.
Para doblegar al proletariado austriaco, Schusschnigg no disponía de fuerzas suficientes y Hitler, yendo en su auxilio, no sólamente ha trastocado profundamente el equilibrio interimperialista, sino también el ambiente social de todos los países.
Para masacrar al proletariado español es necesario el ataque simultáneo del capitalismo de todos los países.
En el seno de cada sector nacional, el capitalismo ya no encuentra la posibilidad de desviar a los obreros de la vía de clase a que les tanza la situación, necesita importar de España las "drogas" que le permitirán retrasar la eclosión de los movimientos revolucionarios.
En 1848 el Manifiesto comunista de Marx proclamaba: "Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y sus propósitos. Proclaman abiertamente que sus objectivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes tiemblen ante la idea de una Revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella mas que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡Proletarios de todos los países, uníos!"
Ochenta años más tarde, las Fracciones de la Izquierda comunista retoman la proclama del Manifiesto comunista, midiendo la temperatura revolucionaria actual con el termómetro infalible de la violencia de los acontecimientos actuales. Animan su pasión revolucionaria con un conocimiento profundo de la situación y afirman esta firme convicción de que al grito del enemigo: "Proletarios, mátaos entre vosotros"; debe ser responderse por la fraternización de los obreros del mundo entero por la revolución mundial!

¡Proletarios!
¡La derrota militar, económica y política de vuestro enemigo es la salvación de vuestra clase!
¡El Partido de clase es vuestro cerebro, vuestra obra, el instrumento de vuestra victoria! ¡Las Fracciones de izquierda son su condición indispensable!
¡Viva la fraternización de los explotados de todos los países!
¡Viva el derrotismo revolucionario!
¡Viva la revolución mundial!

Buró internacional de las Fracciones de la Izquierda comunista

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